A un año de la polémica foto de campaña del líder del PRO.
A la altura de sus ojos, la pobreza es la misma. Melina corre descalza por el barrio Ramón Carrillo y sonríe, como hace un año, cuando Mauricio Macri le acariciaba su pelo color de almendras para obtener una foto de campaña, impactante, en medio de un basural.
El entonces candidato y hoy jefe de Gobierno porteño acariciaba a la nena con su mano izquierda, mientras con la derecha se aferraba al micrófono de las promesas: mejoras para la zona, trabajo, seguridad. Ayer se cumplió un año de esa foto.
Desaparecieron las tarimas sobre las que Macri posó sus zapatos, él y la nena fueron juntos al cine, a ver una de pingüinos, y cuadrillas municipales barrieron el grueso de la suciedad. Pero los barrios del sur, destinatarios de aquel mensaje electoral, siguen postergados. Vuelan bolsas de polietileno por el lugar y una polémica que nunca se terminó de aclarar. Se dijo que la foto fue una casualidad, que la nena se había acercado a saludar a Macri justo cuando estaba por empezar el acto y ahí quedaron, dentro del cuadro. Se aclaró además que el candidato no quiso sacar provecho de esa escena y que jamás se le cruzó por la cabeza usar a los pobres para obtener rédito electoral.
"Si pudiese volver el tiempo atrás, le diría a Melina 'retirate, que estoy por empezar'", fue la explicación de Macri. Pero una reconstrucción fotográfica de aquel 26 de febrero, con imágenes de archivo de distintos medios, permite ver que al momento le sobró planificación. Hay policías con chalecos antibalas alrededor, un cordón que pone a Macri a una distancia prudencial de los vecinos, charlas de ajuste del momento cumbre, el repaso del discurso y una breve caminata del líder del PRO junto a Melina, rumbo a las tarimas.
"Sí, me acuerdo de ese día, lo vi a Macri y le pedí más seguridad, pero la cosa no mejoró demasiado. La nena que salió no es de acá, vive en el barrio Carrillo de Villa Soldati, que queda a unas 30 cuadras, para allá", señala la parrillera Lidia Verón, mientras sirve un choripán (al costado de las vías del ferrocarril Belgrano) y trata de encontrarse en las fotos viejas que le muestra Clarín.
Tres kilómetros en la dirección marcada y se llega a las inmediaciones del barrio donde sonríe Melina. No es fácil encontrar su casa, porque las calles se desdibujan en pasillos, los guías se confunden y las referencias son difusas. La nena está entre el Parque Roca, la cancha de Deportivo Riestra y las vías del premetro sobre la calle Mariano Acosta, la de mayor densidad de carritos cartoneros del país. Las cuadrillas que emprolijaron el baldío de la foto no han pasado por aquí.
Hay pozos de aguas servidas, montículos de chatarra, autos abandonados y ranchos que comienzan a poblar los alrededores de la cancha del Deportivo Español, un equipo que supo estar en la gloria de la Primera y ahora sufre la decadencia del escenario que lo envuelve. Hay que bordear el muro y doblar a la izquierda para llegar al comedor La Familia, que atiende Eduardo Aristizábal, el papá de Melina, con ayuda oficial. Están baldeando, una vecina ve el fotógrafo de Clarín y se da cuenta de lo que busca. Una nueva señal y allí está Melina, en la casa de enfrente.
"Por favor, preferiría que no le saquen fotos a la nena ni que le hagan una nota -explica el padre-, porque no quiero exponerla más. Ya sufrió demasiado con todo esto".Obviamente, su decisión es respetada por los enviados de Clarín a Villa Soldati.Melina tiene 9 años, está a cinco días de volver a la escuela y sonríe. Esta vez, nadie la usa para provocar ningún impacto.
El entonces candidato y hoy jefe de Gobierno porteño acariciaba a la nena con su mano izquierda, mientras con la derecha se aferraba al micrófono de las promesas: mejoras para la zona, trabajo, seguridad. Ayer se cumplió un año de esa foto.
Desaparecieron las tarimas sobre las que Macri posó sus zapatos, él y la nena fueron juntos al cine, a ver una de pingüinos, y cuadrillas municipales barrieron el grueso de la suciedad. Pero los barrios del sur, destinatarios de aquel mensaje electoral, siguen postergados. Vuelan bolsas de polietileno por el lugar y una polémica que nunca se terminó de aclarar. Se dijo que la foto fue una casualidad, que la nena se había acercado a saludar a Macri justo cuando estaba por empezar el acto y ahí quedaron, dentro del cuadro. Se aclaró además que el candidato no quiso sacar provecho de esa escena y que jamás se le cruzó por la cabeza usar a los pobres para obtener rédito electoral.
"Si pudiese volver el tiempo atrás, le diría a Melina 'retirate, que estoy por empezar'", fue la explicación de Macri. Pero una reconstrucción fotográfica de aquel 26 de febrero, con imágenes de archivo de distintos medios, permite ver que al momento le sobró planificación. Hay policías con chalecos antibalas alrededor, un cordón que pone a Macri a una distancia prudencial de los vecinos, charlas de ajuste del momento cumbre, el repaso del discurso y una breve caminata del líder del PRO junto a Melina, rumbo a las tarimas.
"Sí, me acuerdo de ese día, lo vi a Macri y le pedí más seguridad, pero la cosa no mejoró demasiado. La nena que salió no es de acá, vive en el barrio Carrillo de Villa Soldati, que queda a unas 30 cuadras, para allá", señala la parrillera Lidia Verón, mientras sirve un choripán (al costado de las vías del ferrocarril Belgrano) y trata de encontrarse en las fotos viejas que le muestra Clarín.
Tres kilómetros en la dirección marcada y se llega a las inmediaciones del barrio donde sonríe Melina. No es fácil encontrar su casa, porque las calles se desdibujan en pasillos, los guías se confunden y las referencias son difusas. La nena está entre el Parque Roca, la cancha de Deportivo Riestra y las vías del premetro sobre la calle Mariano Acosta, la de mayor densidad de carritos cartoneros del país. Las cuadrillas que emprolijaron el baldío de la foto no han pasado por aquí.
Hay pozos de aguas servidas, montículos de chatarra, autos abandonados y ranchos que comienzan a poblar los alrededores de la cancha del Deportivo Español, un equipo que supo estar en la gloria de la Primera y ahora sufre la decadencia del escenario que lo envuelve. Hay que bordear el muro y doblar a la izquierda para llegar al comedor La Familia, que atiende Eduardo Aristizábal, el papá de Melina, con ayuda oficial. Están baldeando, una vecina ve el fotógrafo de Clarín y se da cuenta de lo que busca. Una nueva señal y allí está Melina, en la casa de enfrente.
"Por favor, preferiría que no le saquen fotos a la nena ni que le hagan una nota -explica el padre-, porque no quiero exponerla más. Ya sufrió demasiado con todo esto".Obviamente, su decisión es respetada por los enviados de Clarín a Villa Soldati.Melina tiene 9 años, está a cinco días de volver a la escuela y sonríe. Esta vez, nadie la usa para provocar ningún impacto.
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