Un matrimonio de Funes fue víctima de un ardid.
La mujer fue instigada a llevar dinero a un lugar cerca
de San Nicolás y el marido hizo lo mismo en inmediaciones de Armstrong.
Por Eduardo Caniglia
El sábado a la tarde, cerca de las 18, Betina M. recibió en su casa de Funes un llamado que la inquietó. "Betina, hubo un accidente en la ruta 9. Hay un herido que nos dio su teléfono", le dijo un hombre que se presentó como un comisario de esa ciudad. "Es mi esposo, se llama Miguel", replicó ella. "Entonces dígame el celular de él porque lo estamos llevando en ambulancia y necesitamos que usted no pierda contacto con él", respondió el interlocutor. La mujer le brindó ese dato y nunca imaginó que la pesadilla que se avecinaba: en el siguiente contacto le dijeron que habían secuestrado al marido y le exigieron pagar un rescate para liberarlo.
Un rato después, Miguel recibió otro llamado en el que le decían que su esposa había corrido la misma suerte. Desesperados, Betina y Miguel se subieron a dos vehículos y emprendieron un extenso periplo en direcciones opuestas. El recorrió unos cien kilómetros y dejó 20 mil pesos y joyas en un lugar no precisado de Armstrong (ver aparte). Ella llevó 7.500 dólares y alhajas hasta un sitio de la autopista Rosario-Buenos Aires, cerca de San Nicolás. Seis horas después la pareja se percató de que todo había sido un engaño.
Perpleja. Con fluidez, pero sin poder disimular la angustia que la invadía, Betina brindó ayer a este diario un relato pormenorizado de la odisea que vivió. "Preguntaron por Betina porque el teléfono está a mi nombre. Me dijeron que había habido un accidente entre dos camiones y un auto, que un hombre que estaba consciente nos dio su teléfono. Le dije que mi esposo se llamaba Miguel. Un rato después una persona se puso en el teléfono y oí que decía «me quieren matar». Le pregunté si mi marido había atropellado a alguien y en ese momento dijeron: «Esto es un secuestro»", recordó.
La mujer quedó perpleja y con gran nerviosismo hizo todo lo que los falsos captores le ordenaron. "Me pidieron que agarrara el teléfono fijo que es inalámbrico y los celulares. Me dijeron que apagara uno. Me dieron un número de teléfono y después los llamé con el celular de mi hijo para que les quedara registrado el número. Antes de salir me llamaron al celular del nene y me dijeron que lo tenían a mi esposo y que lo iban a matar. También afirmaron que él les había dicho que teníamos una cajita con dólares", recordó Betina.
Presa del miedo, la mujer acató todas las indicaciones: no les dijo a sus hijos lo ocurría y se subió a una camioneta presumiendo que volvería pronto. "Les dije a los nenes que iba a trabajar y que volvería en diez minutos. Pensé que era cuestión de llevar el dinero y que mi marido estaría en una plaza de Funes. Nunca dudé de que (el secuestro) fuera real", explicó sobre lo que se convertiría en una odisea de seis horas que culminó el domingo a las 0.30.
Carrera de obstáculos. El primer obstáculo para Betina surgió cuando los captores le ordenaron que se dirigiera a San Nicolás, pero ella no sabía cómo llegar. "Me dijeron que agarrara la ruta 9. Les dije que estaba entrando a Rosario y cómo llegaba a la autopista. Entonces se contactaron con otras personas y les dijeron que tomara por Circunvalación. Cuando llegué a la autopista ya era de noche. Les dije que se terminaba la nafta. Ellos me contestaron que pasara el peaje y parara en una estación de servicios Shell. Yo estaba en contacto con ellos. Me dijeron que me iban a dar una prueba de vida de mi marido y que iba a hablar con él, pero me ordenaron «decile sólo hacé lo que te piden» y a él le dijeron lo mismo. A mi marido, le decían que yo estaba secuestrada y a mí que él estaba raptado".
Los embaucadores controlaban todos los movimientos de Betina. "En la estación de servicios me indicaron en qué surtidor debía cargar nafta y que "no mirara a los costados para no llamar la atención". Tras concretar ese trámite, la mujer reinició la marcha con las indicaciones que le iban dando los embusteros. "Me hicieron ir por la autopista hasta un cruce, de la otra mano. Me iban preguntando los mojones. Me temblaban los brazos y manejaba con una sola mano porque tenía que estar todo el tiempo en comunicación con ellos. Me hicieron dejar el sobre con la plata y una pulsera de oro en un poste con la leyenda SOS, a la altura de San Nicolás", explicó.
Betina creyó que todo había terminado, pero no. Luego de entregar el dinero para rescatar a su marido continuó a merced de los estafadores. "Me dijeron que fuera a una plaza de Theobald, un terreno al costado de las vías. Ahí estuve en contacto con ellos unos 45 minutos. Me decían que ya estaban llegando y que me iban a entregar a mi marido. Les pedí si me podía alejar una cuadra porque en el bar había personas borrachas en la vereda. Cuando me iba del pueblo me perdí porque tomé un camino de tierra y como no había luces me metí en un campo. Entonces los tipos se enojaban cada vez más y por momentos me quedaba sin señal. Era una zozobra terrible. Cuando volví a tener comunicación agarré la autopista y me dijeron que vuelva a mi casa, que no podían llegar a Theobald porque estaba la policía caminera. También me dijeron que mi esposo se estaba portando mal y le habían tenido que pegar".
Ayer la mujer pudo saber que mientras se encontraba en Theobald, en rigor, estaba siendo entretenida para que su marido le entregara a los falsos captores el dinero por su falso rescate, ya que a él también le habían hecho creer que tenían a Betina secuestrada.
Increíble. Una vez en su casa, los delincuentes le dijeron a Betina que fuera a una estación de servicios YPF de Funes para entregarle a su marido. "Cuando estaba allí llegaron amigos de Miguel y la policía. A los conocidos les llamó la atención que mi marido les hubiera pedido plata, entonces fueron a mi casa. Entraron por la ventana porque los chicos estaban con mucho miedo porque lo habían visto al padre guardar las cosas en un bolso y salir. Así, llamaron a la policía", contó.
En la estación de servicios una patrulla del Comando Radioeléctrico interceptó a la mujer. "Les hacía seña para que se fueran porque no podía hablar, ya que estaba conectada con ellos y no quería arriesgar la vida de mi esposo. Les dije en voz baja que se fueran, pero los delincuentes escucharon y me dijeron que yo estaba con la policía y entonces iban a matar a mi marido. Ahí me pidieron que arrancara. Di una vuelta por la plaza de Funes. Les indiqué dónde estaba y a los minutos apareció mi esposo manejando el auto. No podíamos creer lo que nos había pasado".
Cien kilómetros desesperado
Miguel S., esposo de Betina M., fue el otro protagonista involuntario de la historia. "Cuando llegué a mi casa, me extrañó que ella no estuviese. Les pregunté a los chicos, pero no sabían dónde estaba. Comencé a llamarla al celular, pero no me contestaba. Cuando ya había pasado una hora, recibí un llamado en mi celular. Me dijeron que la tenían secuestrada y me pidieron plata. Junté el dinero que pude —unos 20 mil pesos— más alhajas y relojes. Salí con el auto y me hicieron ir por la ruta 9 para el lado de Córdoba. Recorrí unos cien kilómetros. Me iban diciendo que la plata la dejara en un lugar y en otro hasta que llegué a Armstrong. Dejé la plata y a las doce y media de la noche me hicieron volver a Funes. Me dijeron que a mi mujer la habían dejado allí y cuando llegué me enteré de que a ella le había pasado lo mismo".
Miguel S., esposo de Betina M., fue el otro protagonista involuntario de la historia. "Cuando llegué a mi casa, me extrañó que ella no estuviese. Les pregunté a los chicos, pero no sabían dónde estaba. Comencé a llamarla al celular, pero no me contestaba. Cuando ya había pasado una hora, recibí un llamado en mi celular. Me dijeron que la tenían secuestrada y me pidieron plata. Junté el dinero que pude —unos 20 mil pesos— más alhajas y relojes. Salí con el auto y me hicieron ir por la ruta 9 para el lado de Córdoba. Recorrí unos cien kilómetros. Me iban diciendo que la plata la dejara en un lugar y en otro hasta que llegué a Armstrong. Dejé la plata y a las doce y media de la noche me hicieron volver a Funes. Me dijeron que a mi mujer la habían dejado allí y cuando llegué me enteré de que a ella le había pasado lo mismo".