Un bocinazo, un insulto e incluso una discusión que se va a las manos
suelen ser el resultado de los roces entre los conductores en la vía pública.
Sin embargo, las consecuencias llegan a ser mucho más graves.
Por Eugenia Langone / La Capital
suelen ser el resultado de los roces entre los conductores en la vía pública.
Sin embargo, las consecuencias llegan a ser mucho más graves.
Por Eugenia Langone / La Capital
Un bocinazo, un insulto e incluso una discusión que se va a las manos suelen ser el resultado de los roces entre los conductores en la vía pública. Sin embargo, las consecuencias llegan a ser mucho más graves. "Nos enfrentamos a un gran problema que ya no es educativo, sino cultural, y es el altísimo nivel de agresividad que se da en el tránsito fruto de la impunidad y del sentido de omnipotencia que sentimos los conductores", consideró el gerente general del Centro de Estudios y Seguridad Vial (Cesvi), Fabián Pons.
Esta situación y el hecho de cómo un incidente de tránsito puede desatar consecuencias severísimas se vivió esta semana en Rosario. El episodio se produjo el martes pasado en Mitre al 3100, cuando, según indican los testimonios y las investigaciones de al policía (ver), tras una discusión que se había desbordado entre un motociclista y el conductor de una camioneta, el último salió a gran velocidad del lugar y falleció a partir de que su vehículo se incrustó contra un árbol.
Mesura. El gerente del Cesvi explicó que "una de las posiciones que más pregonan desde el centro de estudios es la de no tomar ante ninguna situación la actitud del llamado «conductor justiciero», que es cuando, ante maniobras en las que se siente víctima, procede con una actitud peor, que es que encerrar a alguien, tirarle el auto encima o insultarlo porque eso sólo agrava la situación". Además, hizo hincapié en "la mesura que hay que mantener a la hora de conducir por más difícil que eso sea".
En ese punto, Pons insistió en que "el único resultado que se obtiene es exasperar una situación que ya de por sí es violenta", y recalcó que, "además los conductores no tienen las herramientas necesarias para intervenir. Por eso, se pueden tomar patentes y hacer las denuncias del caso, pero nunca ajusticiar porque eso es querer hacer cumplir la ley infringiendo la ley".
Violencia. Para Pons, la cuestión es producto de "un gran problema que ya no es educativo, sino cultural, y es que es el altísimo nivel de agresividad que tiene el tránsito y que es fruto de la impunidad que sienten los conductores que saben que no van a ser sancionados, y del sentido de la omnipotencia que les hace pensar que nunca les va a pasar".
A esa situación, según agregó Pons, se suma otro factor que "es la pérdida de la cultura de respeto al prójimo en todos los ámbitos y que en caso del tránsito se expresa de la misma manera porque las normas no hacen más que ordenar a la sociedad como ocupantes de una traza, ya sea en un auto, en una bicicleta o como peatón, y ahí aparecen situaciones de anarquía".
Además, el representante del Cesvi insistió que "esos bocinazos, autos cruzados y discusiones siempre terminan mal, con vehículos abollados o a las patadas", y recalcó que "es la violencia que se transmite al conducir porque pareciera que personas mesuradas y tranquilas se suben a un auto y se transforman. Entonces, el tránsito aparece como un lugar donde todo está permitido".
A la hora de pensar soluciones, Pons rescató la educación y la concientización, pero hizo hincapié sobre todo en "fuertes controles y sanciones, no tribuneros sino dinámicos y que se muevan al ritmo del tránsito".
Ilustración cortesía de http://seguro-seguros.com.ar
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