Este fin de semana me tocó ir de compras, y de paso por el centro de Funes recogí un ejemplar de La Verdad Funense. Todos conservamos un ejemplar de La Verdad Funense en casa, no por su contenido editorial sinó porque en algún momento podemos necesitar el teléfono de algún negocio o algun delivery. No obstante, a mi regreso hice una rápida hojeada y me detuve en el editorial, firmado por el responsable de esta publicación.
El editorial firmado por el responsable de la publicación me sonaba conocido, lo leí un par de veces y sentí una especie de "deja vú". "Esto ya lo leí" pensaba. Además, la forma de escribir no me resultaba familiar con el estilo del responsable de esta publicación, que incurre en el uso frecuente de mayúsculas para enfatizar lo que él cree importante, y en el abuso de la separación de letras con guiones. Estilo muy peculiar si los hay.
Mi fiel amigo y compañero www.google.com resolvió rápidamente la incognita y despejó todo tipo de dudas. El sitio en donde había leido este "editorial", aunque con otro título "Divorciados de la adultez", era www.lanacion.com.ar, en su Revista del domingo 11 de Julio de 2010. Al pié de la presente se reproduce la nota y el link a la misma.
"El zorro pierde el pelo pero no las mañas" dice el lunfardo. No es novedad que el éditor responsable de La Verdad Funense publique en el editorial principal un texto "prestado" como propio, sin citar ni hacer mención alguna a que se trata de un texto copypasteado de otro medio. En este caso nada mas y nada menos que La Nación.
Muchas veces me he referido a este tema, en situaciones similares, en otras editoriales "prestadas" y en cartas de lectores que se levantan de otros medios y se imprimen como si hubiesen sido dirigidas al Editor de esta publicación. En oportunidad de las elecciones de nuestra ciudad copió la tabla de resultados y los gráficos de este blog en una de sus páginas, sin hacer aclaración alguna de la fuente. La verdad es que no sorprende mas nada del contenido editorial -por llamarlo de algún modo- de esta publicación.
Pero hay algo aún peor que robar un texto y proclamarlo como propio; es mutilar el texto original, eliminar ex profeso aquellas partes que no van con mi perfil ideológico, y agregarle párrafos que simpatizan con mis creencias. Los invito a leer ambas notas, la original y la trucha, y a sacar sus propias conclusiones. Deplorable
Lo cierto es que sorprendido o no por estas editoriales, omitir hacer una mención a la fuente de la cual uno tome un texto, no solo es una flagrante violación al derecho de propiedad intelectual del autor y del medio, en este caso el Diario La Nación y el reconocido escritor Sergio Sinay, sinó que además es estafar, subestimar e insultar el intelecto del ocasional lector de La Verdad Funense, al cual se le vende una mentira, se le vende un editorial como propia cuando en realidad es una burda copia editada.
No sorprende, asusta. Por suerte, lo dicho al comienzo, no soy un asiduo lector.
Oxígeno / Diálogos del alma
Divorciados de la adultez
Señor Sinay: sorprende la cantidad de personas de aproximadamente 40 años que se están separando/divorciando. Supuestamente se casaron "habiendo probado todo" a mediados de los años 90. Viven una vorágine de descontrol y desequilibrios de todo tipo. A muchos, sus ex parejas o hijos comunes y amigos y conocidos intentan por todos los medios hacerlos reflexionar acerca de sus excesos. No se trata de que vuelvan con sus ex, pero sí de que tomen conciencia de su descontrol emocional y físico, hecho de salidas nocturnas y de relaciones efímeras en las que por un rato les sube la "autoestima". ¿Qué recomendar a aquellos que los rodean, a quienes intentan darles una mano, mientras ellos parecen rememorar su adolescencia, pero con un físico y una psiquis de 40 años? ¿Hay algo que les muestre cómo se destrozan a sí mismos, a su segunda oportunidad de vivir y a quienes los rodean?
Daniela Musso
Circula profusamente por Internet un manifiesto anónimo titulado Renuncio a ser adulto . Recoge múltiples adhesiones y es un compendio de lugares comunes acerca de la niñez entendida como ausencia de responsabilidad, dependencia emocional, incapacidad para la toma de decisiones, falta de desarrollo mental y afectivo, y, en fin, una especie de perpetuo estado larval. La infancia real no merece ser deshonrada de ese modo por un adulto (el autor) varado en una nada en la cual ya no es el niño que creyó ser ni se permite desarrollar la madurez a la que su edad cronológica lo invita. La renuncia a la adultez, ciclo ineludible si se pretende vivir una vida que tenga sentido y que no sea sólo un conteo de tiempo, es una actitud dramáticamente extendida en nuestra sociedad. Cuando una masa crítica de adultos cronológicos se suma a esto, la sociedad entera sufre las consecuencias, que se manifiestan en los modos de hacer política (sin responsabilidad, en patota, buscando el beneficio propio e inmediato), de hacer negocios (igual a lo anterior, más el descuido del entorno físico y humano), de practicar deportes (sólo para ganar a cualquier precio), de usar los espacios públicos (otra vez, sin cuidar, sin respeto por el otro). Se revela en las formas infantiles (y trágicas) de conducir vehículos, en las adicciones múltiples (como niños que se descontrolan con golosinas a la larga tóxicas), en la impaciencia, en la negación de los límites, en la transgresión como actitud valorada, en el pensar en sí mismo y en nadie más, en la confusión de deseos con derechos, en el olvido de los deberes, en la insolvencia para desarrollar y sostener proyectos existenciales. Y, también, en la incapacidad de cimentar relaciones sólidas, de comprender que todo vínculo es un proceso de construcción y que sus materiales más ricos son las diferencias y el modo en que se aprende a complementarlas sin anularlas.
La renuncia a la adultez alienta fenómenos como el que cita nuestra amiga Daniela. Según lo dice, el problema no reside en la cantidad de divorcios. El síntoma no es la enfermedad. La cuestión radica en las conductas posteriores a la separación. Quienes vieron su matrimonio como una prisión, acaso nunca tuvieron lealtad (no confundir con fidelidad) al vínculo o a los proyectos comunes que pudieran haber existido. Una separación puede ser, en efecto, una segunda oportunidad, la posibilidad de encontrar caminos de sentido, plenitud para la propia existencia. Puede darse a través de un nuevo vínculo, en el que se experimenten formas de convivir y compartir y se descubran recursos afectivos antes relegados por diversas razones. O se puede elegir otros modos (incluso sin pareja) de explorar las dimensiones de la vida.
No siempre una separación es un fracaso. A veces el fracaso consiste en persistir en un vínculo desamorado, con escaso respeto y, más allá de los hijos (que no vienen al mundo a arreglar las parejas de sus padres), sin comunión, sin una meta trascendente que amalgame a los cónyuges. Pero cuando se cree que la separación devolverá mágicamente una adolescencia no vivida en su momento (o mal vivida), o que convertirá al separado en súbito objeto de deseo, o que lo liberará de la responsabilidad respecto de otros y de responder a las preguntas que la vida, tozudamente, le seguirá formulando, lo más probable es que pronto esa persona se vea en una nueva prisión: la de una vida sin rumbo. Aun comprendiendo la preocupación de Daniela, nadie puede darle rumbo a la vida de otro. Sobre todo si éste es mayor de edad. Y menos si ha renunciado al tesoro de la adultez. Sea en pareja o no.
sergiosinay@gmail.com
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