Hoy en día hay dos cosas que caracterizan a nuestra sociedad: el éxito y la competencia.
Para conseguirlo, desgraciadamente muchas veces no se escatiman los medios.
Se busca el éxito sin importar si para obtenerlo hay que cortar la cabeza del mejor amigo y en la competencia por adquirir bienes, tampoco importa endeudarse por años, con el único propósito que nuestro ego competitivo quede medianamente satisfecho.
El éxito en sí mismo no es malo. "La ambición enérgica, el juicio inteligente y la sabiduría madura son esenciales para el éxito material. El liderazgo depende de la habilidad natural, la discreción, la fuerza de voluntad y la determinación"
El éxito es el fruto de un trabajo bien planificado y sostenido con dedicación pues "la habilidad es lo que heredas, mientras que la pericia es lo que adquieres".
La vida no es real para quién no sepa hacer, en forma experta, por lo menos una cosa. La pericia es una de las fuentes reales de satisfacción en la vida.
La habilidad implica el don de la prudencia y de tener una visión futurista.
La competencia "es esencial para el progreso social, pero la competencia sin tasa ni medida, engendra la violencia. En la sociedad de hoy en día, la competencia ha desplazado poco a poco a la guerra, en cuanto determina la posición del individuo en la industria y así decreta la superviviencia de las industrias mismas.
La competencia bien entendida, debe convertirse en cooperación de los mejores, uniendo sus fuerzas y sus capacidades, porque "las civilizaciones más elevadas nacen de la sagaz correlación de la riqueza material, la grandeza intelectual, el valor moral, la astucia social y la compenetración cósmica".
La competición despiadada que se basa en el egoísmo de miras estrechas, a la larga, destruye aquello que procura mantener.
El Libro de Urantia
Artículo tomado de Vitaminas para el alma
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