Carlos Marriera había ido desde Lules hacia Buenos Aires para participar del acto en la Plaza de Mayo, con la ilusión de ver de cerca a Cristina. El joven estaba afiliado al PJ, pero no era un asiduo militante, según admitió su padre. Estaba entusiasmado por viajar con sus amigos. Dos concejales alquilaron los micros.
Fuente: Diario La Gazeta - Tucuman
A pesar del entusiasmo previo que mostraba Carlos Marriera por llegar a la Plaza de Mayo, su padre Rubén Marriera no quería darle permiso para el viaje. Pero fue su madre, Lucía Córdoba, la que convenció a su esposo de que le permitiera a su hijo subir al ómnibus. Por esa razón, la mujer ayer, apenas se enteró de la muerte de su hijo, no encontraba consuelo ante semejante sufrimiento.
Le habían ofrecido $ 200 para participar en el acto del oficialismo y “El Gordo”, como le llamaban sus familiares, no dudó un instante. Ese fervor se sostenía en dos razones: iba a conocer la histórica Plaza de Mayo y trataría de ver lo más cerca posible a la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
El concejal Roque “Gaby” Salazar (PJ), presidente del Concejo Deliberante de Lules, hizo la oferta a un grupo de jóvenes de esa ciudad para partir el martes a la mañana hacia Buenos Aires. El edil contrató un ómnibus para el traslado. Su par, el concejal Juan Ariel Sánchez (PJ), también dispuso de otro vehículo similar y juntos partieron por la ruta 9. Con sus 21 años, el joven se había afiliado al Partido Justicialista, pero no era un asiduo militante político -según contó su padre ayer a LA GACETA-. Hasta diciembre había sido un empleado de la planta transitoria de la Municipalidad de Lules. Después comenzó a cobrar $ 300 en negro, trabajando para algunos punteros políticos, según admitieron sus propios familiares.
Era el segundo de cuatro hermanos. El revoque desgastado de la pared del frente de la casa evidencia la humilde situación en la que vive la familia Marriera. Rubén, el jefe de la familia, es conocido en Lules por su oficio de canillita. Día a día cumple su recorrido rutinario para vender el diario. Ayer, con los ojos cargados de dolor, relató que no quería que su hijo viajara. “Pero qué podía hacer -dijo con resignación-, si él ya es grande. Tal vez se iba igual, porque todos sus amigos ya habían decidido ir”, agregó.
La casa, ubicada sobre la calle Padilla, en el barrio “Orador” de Lules, estaba repleta de vecinos, de familiares y de amigos que fueron llegando después de conocer la noticia. “Al mediodía había ido a retirar a mi hija de la escuela, cuando un amigo me comentó que había ocurrido un accidente en la Plaza de Mayo y me dijo que había muerto un tucumano. En ese momento no pensé nada malo, pero cuando llegué a la casa, mi esposa estaba llorando”, detalló el padre del joven. “A ella la llamaron por teléfono los amigos que habían viajado con ‘El Gordo’ a Buenos Aires. Era un chico sano, lleno de diversión y su única preocupación era jugar a la pelota, donde sea. Cada vez que organizaban un partido, se anotaba”, agregó.
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