Por Noemí Carrizo
Revista Nueva
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El empresario británico disfrutaba de su feriado sabático jugando al golf, cuando su secretario privado se acercó, excitado, para avisarle que había sucedido un desastre en su fábrica. La respuesta fue categórica: "El lunes me ocuparé de ese asunto".
La anécdota, casi legendaria, aparece como paradigma, no sólo de la flema británica, sino de la aptitud para mantener la serenidad y darle a cada contenido existencial su espacio correspondiente.
La manera en que las personas soportan la tensión denuncia sus más intrínsecas capacidades. Trabajar con eficacia bajo distintas presiones es una de las habilidades más valoradas en un buen ejecutivo o líder de grupo. La adversidad y las dificultades aparecen, y se debe lidiar con ellas sin detenerse en contemplaciones. Los que mantienen la calma, mientras los otros la pierden, cuentan con una ventaja de profundo valor.
Convencidos de que su eficacia no depende de que se enfrenten a mucho o poco trabajo, sino de que su actitud refleje la inteligencia con la que controlan su vida, los individuos que alcanzan sus objetivos se muestran tranquilos.
Lothar Seiwert dirige un instituto, en Heidelberg, (Alemania) y es, en la actualidad, el especialista en gestión del tiempo más solicitado. Es también el autor de un libro de título y contenido singular: La estrategia del oso, subtitulado "La fuerza está en la calma".
Admirador de los osos, varios de los cuales cría en su propia casa, plantea la necesidad de que el hombre actual imite a estos animales. Se admira de la prisa creciente con que la humanidad se afana a diario, apresurando sus acciones sin motivo aparente. El oso obra con absoluto sosiego y relaja su cuerpo y su espíritu estirándose sobre una placa de hielo para permitir que el sol lo entibie.
Mientras el hombre se apasiona para ganar velocidad con autos super rápidos y autopistas que abrevian caminos, los estudios psicosociológicos no demuestran que se encuentre más plácidamente dichoso. Lo suyo es una pérdida gratuita de resistencia. En cambio, el oso, cuando llega el momento de enfrentar el peligro, ha acumulado suficiente energía como para echar a correr y abatir a su presa, demostrando un vigor superior al de cualquier otro ejemplar de su especie.
La prisa crónica y desmesurada se convierte en parálisis cuando se trata de intervenir con eficiencia y valentía en un conflicto inesperado. Esta falta de concentración que descarta la calma y mueve a una actividad constante y aturdida, desbarata pujanzas, empujes y firmezas. El autor cita tipologías que derivan en una debilidad segura ante las ineludibles contingencias. Por ejemplo, la de la persona que sólo piensa en el bienestar de los demás y se despreocupa de sus cuidados personales, o la que sólo se dedica a trabajar obsesivamente olvida a su familia y amigos.
También señala la ansiedad de la gente que jamás alcanza sus expectativas porque son más elevadas que sus propias condiciones. Modelo de esta actitud es el dueño de una empresa personal que también pretende dirigir la conducta de los miembros de su familia. Y todo este accionar realizado con prisa y sin aliento.
Hay un personaje de nuestro tiempo que tiene un cargo jerárquico y se caracteriza por mostrarse siempre nervioso, llegar tarde a las entrevistas, hablar constantemente por su móvil, aislarse en los viajes en equipo para seguir con sus tareas y no contar con un solo minuto para distraerse con sus colegas. "No sé si es incapaz de administrar su tiempo o simplemente quiere que pensemos que está ocupadísimo"', reflexiona el director general de uno de estos prototipos, persona, exigente pero, a su vez, capaz de moderar los problemas con absoluto dominio de sí mismo.
Pascal afirmaba que "todos los disturbios de la humanidad proceden de la incapacidad del hombre de permanecer sentado, en silencio, a solas en su habitación". Y el Mahatma Gandhi insistió en que "no hay camino para la paz, la paz es el camino".
Pero justo es recordar un dicho de Thomas Carlyle para finalizar esta reflexión: "La calma es la característica de la fuerza, así como también las causas que tienen un peso mayor suelen ser las más silenciosas".
(*) Profesora en Letras périodista y escritora.
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