El 30 por ciento de los usuarios de la EPE posee algún tipo de conexión irregular.
De ese total, el 60% tiene capacidad de pago.
Un fenómeno incomprensible para una sociedad que clama por funcionarios honestos.
Fuente: 30Noticias
Por Miguel Barredo
Por fin la EPE salió a la caza de los enganchados. Y lo bueno es que empezó por los sectores más acomodados, como para erradicar aunque sea por un instante del imaginario colectivo, que se trata de una práctica realizada exclusivamente por los que viven en las villas. Una teoría bastante hipócrita por cierto.
Según datos suministrados por la propia empresa, el 30 por ciento de los usuarios posee algún tipo de conexión irregular. De ese total, el 60 por ciento es gente que tiene capacidad de pago: así lo demuestran los últimos operativos que la compañía realizó en barrio Fisherton y en la vecina localidad de Funes (zonas habitadas, mayoritariamente, por familias que desde lo económico no sufren mayores sobresaltos).
La EPE va por más
Ahora la Empresa Provincial de la Energía está haciendo ingentes esfuerzos para que la Justicia la autorice a hacer público el nombre de cada uno de los que hurtan energía. La idea es clara: que el escarnio público sirva de afrenta para quienes siguen estafando a la empresa y todavía no recibieron la visita de los inspectores.
“Esta gente no sólo le genera pérdida a la EPE, sino a toda la población. Esto nos afecta a todos”, dijo Dante Adalia, encargado del área Central de Pérdidas de la empresa, quien además destacó la colaboración de muchos ciudadanos que de manera anónima diariamente dejan sus denuncias en el sitio web de la compañía (www.epe.santafe.gov.ar).
Suena contradictorio que una sociedad que, con todo su derecho, hace pocas semanas salió a las calles a reventar cacerolas para pedir entre otras cosas por un Gobierno con funcionarios más honestos, tenga actitudes de este tipo.
Si bien nunca es bueno generalizar (es indiscutible que muchos ciudadanos hacen un esfuerzo enorme, no sólo para pagar la factura de la luz, sino para llegar a fin de mes sin perjudicar a nadie) se debe reconocer que la llamada viveza criolla es parte de la idiosincrasia de todos los habitantes de este país que, dicho sea de paso, inexplicablemente sigue dejando pasar las oportunidades.
A la luz de los acontecimientos, y sobre todo de los resultados, parece ser que llegó la hora de pensar en cambiar esa célebre frase por la de la imbecilidad argentina. Aunque pensándolo mejor, sería mucho más fructífero probar con modificar las acciones.
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