Es una pregunta que se hacen muchos nostálgicos de otras épocas;
¿en dónde quedó el respeto?; expertos analizan la pérdida de las formas en la sociedad
Por Julieta Paci | LA NACION
Por Julieta Paci | LA NACION
Según José Eduardo Abadi, médico psiquiatra, psicoanalista y escritor, los buenos modales pueden haberse perdido por varios factores. "Por un lado la gente vive apurada, estresada, y esto hace que no pueda detenerse a pensar en el otro. Por otra parte, los argentinos nos sentimos inseguros todo el tiempo, eso genera una fantasía persecutoria que deriva en un comportamiento antipático y defensivo".
Para Sergio Sinay , escritor, periodista y especialista en vínculos humanos, lo que sucede es que se han olvidado los contratos sociales: "Hoy muchos piensan que se puede sobrevivir sin el otro y, a partir de allí, se pierden los buenos modales porque para que ellos puedan ser implementados se necesita comprender que el de al lado es esencial para nuestras vidas; como dijo alguna vez el filósofo lituano Emanuel Levinas, 'Primero usted, por favor'".
El especialista afirma que esta situación se viene dado, de manera gradual, desde la década de los 90. "A partir de una economía salvaje, consumista, y del auge de la tecnología; cuando comenzó a pensarse que los seres humamos podíamos vivir recluidos, rodeados de aparatos, e incluso reemplazados por ellos".
Edith Cortelezzi, experta en ceremonial y protocolo, autora del libro Buenos modales, buenos negocios , asegura que la falta de modales se nota a partir de las últimas tres generaciones, cuando la mujer dejó el hogar para comenzar a trabajar. "Desde entonces, los chicos quedaron 'huérfanos' de aquella capacitación esencial que recibían en su casa y luego, al llegar a la escuela, tampoco eran instruidos sobre el tema". En sintonía, la famosa Eugenia de Chikoff, también especialista en protocolo y ceremonial, expresa que lo que sucede se debe a que "la familia ya no es lo que era antes, donde la madre educaba y el hombre la apoyaba".
Lo que más molesta a los argentinos
Entre las cosas que más molestan a los argentinos se destacan el desinterés por el prójimo, la apatía, la falta de cordialidad tanto en la vía pública como en lugares privados, las interrupciones continuas de celulares y diversos aparatos tecnológicos que no permiten una conversación fluida.
"Lo que más me fastidia es que la gente no pida 'por favor' y que no agradezca cuando recibe algo", dice Juan José Mac Mahon, abogado, de 45 años. Para Joaquín Pedroso, director de cine, de 24, "no hay nada peor que cederle el paso a alguien o abrirle la puerta y que encima de no agradecer mire para abajo y siga de largo".
"Detesto a la gente que arroja escupitajos en la calle, especialmente a los que lo hacen a centímetros de uno, también a los que tiran desechos por la ventanilla del tren o el colectivo como si la calle fuera un gran tacho de basura", se queja Malena Ibarra, escenógrafa, de 24 años. Pablo Castelli, contador, de 32, cuenta que en más de una oportunidad se ha encontrado con gente que no respeta las filas para ser atendido.
Otros manifiestan que el temor a ser víctimas de un delito en medio de la vía pública hace que los peatones se muestren indiferentes o se nieguen a responder ante una consulta y así se pierda la cortesía que existía tiempo atrás. "Muchas veces me acerco a preguntar por una calle o por una dirección y no obtengo respuesta. Es algo que sucede cada vez más a menudo porque la gente tiene miedo de que uno les vaya a robar o hacer algo. Lo que pasa habitualmente es que se sobresaltan y luego comienzan a caminar rápido como queriendo escapar", dice Federico Quintela, estudiante de economía empresarial, de 21 años.
La inseguridad provoca, cada día más, que los individuos de la sociedad se vuelvan desconfiados, se sientan perseguidos, y que muchas acciones que antes parecían normales se vayan convirtiendo en excepcionales dejando atrás la cortesía y las buenas formas.
Dylan Herina, de 13, manda mensajes de texto, con sus padres Beth y Peter de fondo. Las nuevas tecnologías plantearon desafíos a las normas de convivencia familiar.. Foto: AP
Herramientas tecnológicas, grandes enemigas
En el último tiempo, con los importantes avances tecnológicos, los celulares y las computadoras se han incorporado a la vida diaria y, según manifiestan algunos especialistas, la mala utilización de ellos también ha influido en esta degradación.
"El problema radica en la utilización de las herramientas tecnológicas. Hoy los instrumentos no están al servicio de las personas, como debería ser, sino a la inversa. Los seres humanos se despersonalizan y pierden los modales al olvidarse de que el otro existe y de que espera ser respetado", explica Sinay. También asegura que, en más de una oportunidad, ha visto cómo los integrantes de una familia cenan mientras se la pasan mandando mensajes en el celular, tratando de esconderlos en su regazo, y parejas en la que uno espera aburrido a que el otro termine de hablar.
Chikoff dice estar "en contra de los celulares y de las personas que caminan por la calle hablando por teléfono mandándose la parte como si tuvieran más poder que el resto, cuando lo único que tienen es mala educación". Para ella en el camino "hay que disfrutar de los árboles, del aroma de las flores, del cantar de los pájaros, del paisaje, y los celulares destruyen la intimidad, la paz y la tranquilidad".
Los expertos coinciden en que la buena educación se basa en conocer las reglas, respetar los límites y el espacio del otro.
Para Abadi uno de los problemas principales es que "la sociedad argentina está alejada de la ternura ya que los lazos entre los individuos de la comunidad son frágiles; no hay normas ni límites, y el otro es visto como un potencial enemigo, un peligro, y no como un aliado".
"Pareciera que la preocupación por el prójimo ha disminuido, hoy cada uno atiende su juego. A esto se agrega un creciente desprecio por las normas establecidas, justificando cualquier violación de las mismas bajo la premisa de que 'todos lo hacen y no pasa nada'", dice José María Condomí Alcorta, licenciado en organización de empresas, de 61 años, que padece a diario la indiferencia.
Cortelezzi está convencida de que la falta de modales se debe al desconocimiento y explica que ellos no se perdieron sino que cambiaron y se actualizaron. "Antes uno aprendía cómo escribir una carta y mandarla por correo, ahora qué hacer con un mail o un mensaje de texto".
"Los buenos modales son un pilar esencial tanto para andar por la calle u obtener un trabajo como para relacionarse en un lugar de esparcimiento. Las personas bien educadas, sin duda, marcan la diferencia", dice Cortelezzi.
Sinay asegura que los buenos modales pueden ser recuperados, pero para que ello suceda se necesita de un trabajo conciente. "Es fundamental comprender que el otro es imprescindible para vivir mejor. Debemos comenzar con pequeños acuerdos desde el núcleo más íntimo, implementándolos en situaciones cotidianas, para que éstos luego puedan expandirse -y añade- esperar que la sociedad cambie es en vano si no empezamos por nosotros mismos"
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