ENTREVISTA CARL HONORE PERIODISTA Y ESCRITOR.
EL CANADIENSE ES UN CRITICO DE LA VELOCIDAD A LA QUE SE
MUEVE EL MUNDO Y DE LAS PRESIONES INNECESARIAS.
Por: Horacio Bilbao
EL CANADIENSE ES UN CRITICO DE LA VELOCIDAD A LA QUE SE
MUEVE EL MUNDO Y DE LAS PRESIONES INNECESARIAS.
Por: Horacio Bilbao
Diario Clarin edición digital
Con "Bajo presión", un libro pensado para rescatar a los niños de las tensiones propias del siglo XXI, Carl Honoré -periodista y escritor canadiense por adopción que saltó a la fama cuando escribió "Elogio de la lentitud"- traslada su filosofía slow a la relación entre padres e hijos.
"La línea entre padres e hijos se ha desdibujado", dice. Pero lo que sigue bien firme es su éxito editorial: "Elogio...", disponible en una treintena de idiomas, ya vendió más de 500 mil ejemplares. Y con apenas meses en las bateas, "Bajo presión" sigue el mismo camino.
Pese a los miles de e-mails de agradecimiento, esquiva el rótulo de la autoayuda, "esa especie de oráculo que provoca más adicciones que mejoras". Y desde su casa en Londres, mitad en inglés y mitad en un español afianzado por sus tres años en la Argentina, afirma que después de su último libro es un mejor padre.
- ¿Qué cultura construimos para que las disputas del mundo adulto incluyan a nuestros hijos en el menú?
Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto -nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros.
- Desde "mi hijo el doctor", siempre hubo proyectos para los hijos. ¿Qué hay ahora?
Siempre existió el orgullo por sus logros pero ese instinto ha caído en la caricatura. Hay padres que pegan carteles en sus autos con lemas como "Mi hijo es un estudiante de honor en la Escuela X". En estos días se nos habla incluso de nuestros hijos en la tercera persona del plural: "Tenemos muchas tareas. Jugamos al fútbol el domingo. Estamos aplicando a Harvard". La línea entre padres e hijos se ha desdibujado.
- Hoy hay niños precoces y adolescentes eternos. ¿Cómo se explica?
Por un lado, estamos acelerando el desarrollo de nuestros niños: académicamente, exponiéndolos a los medios de comunicación adultos; viéndolos como consumidores; cargándolos con rutinas innecesarias. Pero, por otro lado, los infantilizamos. No los dejamos salir solos hasta que son mucho mayores que nunca; nos afligimos por cada cosa que les pasa y nunca les decimos 'no'. Esto explica la precocidad de los niños pequeños y la inmadurez de los niños que nunca crecen: dos caras de la misma moneda.
- ¿Comparte la visión de que las nuevas generaciones son "multitarea", que pueden chatear, ver televisión y hacer la tarea al mismo tiempo?
Ese es un mito. Es cierto que hacen malabarismo pero, ¿ha experimentado una revolución la evolución del cerebro humano? No. Las últimas investigaciones muestran que el cerebro humano, y eso incluye a los de los niños criados en la era de la información, no reacciona bien frente a la multitarea. Que es otra cosa: una acción secuencial. Y esta alternancia redunda en un uso muy ineficiente del tiempo y de la energía del cerebro.
- Esta es la generación más conectada, más vigilada y más consentida de la historia. ¿Qué podemos esperar?
Los niños de hoy cuentan con una gran cantidad de conocimientos tecnológicos útiles y mucho del pánico sobre cómo están creciendo es justamente eso: pánico. Pero hay algunas señales muy preocupantes. Ya estamos viendo el aumento de los problemas de salud mental, especialmente en las clases medias, donde la cultura de la competencia y la perfección es más pronunciada. Y hay otro problema: los padres quieren ayudar a sus hijos en todo. El cordón umbilical se mantiene intacto incluso después de la graduación. ¡Hay padres que acompañan a sus hijos a las entrevistas de trabajo para ayudarlos a negociar los sueldos y paquetes de vacaciones!
- ¿Cambió tanto el mundo para que los chicos lleven GPS por seguridad?
En absoluto. El mundo ha cambiado de manera extraordinaria en la última generación pero no de manera que la crianza de los hijos justifique que los niños sean empujados, pulidos y protegidos con celo sobrehumano. Es todo un desafío. Como padre de dos hijos, sé lo difícil que es enfrentar el status quo y lo fácil que es entrar en pánico y seguir a la manada. Esta generación de padres ha perdido su confianza. Escribí 'Bajo presión' para recuperar mi confianza y ayudar a otros a hacer lo mismo.
- ¿Qué es lo que más le preocupa?
La tendencia a ser súper padres. Incluso cuando las cosas van mal, encontramos muy difícil decir no al status quo y elegir otro camino. La crianza de los hijos es siempre difícil, pero no es un deporte de alta competencia o el desarrollo de productos. Una cosa específica que me preocupa es el número de horas que los niños pasan frente a las pantallas. ¿Qué nos puede salvar?. Es una simple cosa llamada "botón de apagado". Hay que desenchufar todos los aparatos y decirles a los chicos que salgan a jugar.
- ¿Cuál debería ser el modelo?
Ser madre o padre es un viaje; es el descubrimiento, por ensayo y error, de qué tipo de padres somos o queremos ser. No se trata de empezar con una idea fija del padre perfecto y hacer todo lo que esté a la altura de ese ideal. Tenemos que asegurarnos de que tengan tiempo, espacio y libertad para explorar el mundo en sus propios términos.
"La línea entre padres e hijos se ha desdibujado", dice. Pero lo que sigue bien firme es su éxito editorial: "Elogio...", disponible en una treintena de idiomas, ya vendió más de 500 mil ejemplares. Y con apenas meses en las bateas, "Bajo presión" sigue el mismo camino.
Pese a los miles de e-mails de agradecimiento, esquiva el rótulo de la autoayuda, "esa especie de oráculo que provoca más adicciones que mejoras". Y desde su casa en Londres, mitad en inglés y mitad en un español afianzado por sus tres años en la Argentina, afirma que después de su último libro es un mejor padre.
- ¿Qué cultura construimos para que las disputas del mundo adulto incluyan a nuestros hijos en el menú?
Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto -nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros.
- Desde "mi hijo el doctor", siempre hubo proyectos para los hijos. ¿Qué hay ahora?
Siempre existió el orgullo por sus logros pero ese instinto ha caído en la caricatura. Hay padres que pegan carteles en sus autos con lemas como "Mi hijo es un estudiante de honor en la Escuela X". En estos días se nos habla incluso de nuestros hijos en la tercera persona del plural: "Tenemos muchas tareas. Jugamos al fútbol el domingo. Estamos aplicando a Harvard". La línea entre padres e hijos se ha desdibujado.
- Hoy hay niños precoces y adolescentes eternos. ¿Cómo se explica?
Por un lado, estamos acelerando el desarrollo de nuestros niños: académicamente, exponiéndolos a los medios de comunicación adultos; viéndolos como consumidores; cargándolos con rutinas innecesarias. Pero, por otro lado, los infantilizamos. No los dejamos salir solos hasta que son mucho mayores que nunca; nos afligimos por cada cosa que les pasa y nunca les decimos 'no'. Esto explica la precocidad de los niños pequeños y la inmadurez de los niños que nunca crecen: dos caras de la misma moneda.
- ¿Comparte la visión de que las nuevas generaciones son "multitarea", que pueden chatear, ver televisión y hacer la tarea al mismo tiempo?
Ese es un mito. Es cierto que hacen malabarismo pero, ¿ha experimentado una revolución la evolución del cerebro humano? No. Las últimas investigaciones muestran que el cerebro humano, y eso incluye a los de los niños criados en la era de la información, no reacciona bien frente a la multitarea. Que es otra cosa: una acción secuencial. Y esta alternancia redunda en un uso muy ineficiente del tiempo y de la energía del cerebro.
- Esta es la generación más conectada, más vigilada y más consentida de la historia. ¿Qué podemos esperar?
Los niños de hoy cuentan con una gran cantidad de conocimientos tecnológicos útiles y mucho del pánico sobre cómo están creciendo es justamente eso: pánico. Pero hay algunas señales muy preocupantes. Ya estamos viendo el aumento de los problemas de salud mental, especialmente en las clases medias, donde la cultura de la competencia y la perfección es más pronunciada. Y hay otro problema: los padres quieren ayudar a sus hijos en todo. El cordón umbilical se mantiene intacto incluso después de la graduación. ¡Hay padres que acompañan a sus hijos a las entrevistas de trabajo para ayudarlos a negociar los sueldos y paquetes de vacaciones!
- ¿Cambió tanto el mundo para que los chicos lleven GPS por seguridad?
En absoluto. El mundo ha cambiado de manera extraordinaria en la última generación pero no de manera que la crianza de los hijos justifique que los niños sean empujados, pulidos y protegidos con celo sobrehumano. Es todo un desafío. Como padre de dos hijos, sé lo difícil que es enfrentar el status quo y lo fácil que es entrar en pánico y seguir a la manada. Esta generación de padres ha perdido su confianza. Escribí 'Bajo presión' para recuperar mi confianza y ayudar a otros a hacer lo mismo.
- ¿Qué es lo que más le preocupa?
La tendencia a ser súper padres. Incluso cuando las cosas van mal, encontramos muy difícil decir no al status quo y elegir otro camino. La crianza de los hijos es siempre difícil, pero no es un deporte de alta competencia o el desarrollo de productos. Una cosa específica que me preocupa es el número de horas que los niños pasan frente a las pantallas. ¿Qué nos puede salvar?. Es una simple cosa llamada "botón de apagado". Hay que desenchufar todos los aparatos y decirles a los chicos que salgan a jugar.
- ¿Cuál debería ser el modelo?
Ser madre o padre es un viaje; es el descubrimiento, por ensayo y error, de qué tipo de padres somos o queremos ser. No se trata de empezar con una idea fija del padre perfecto y hacer todo lo que esté a la altura de ese ideal. Tenemos que asegurarnos de que tengan tiempo, espacio y libertad para explorar el mundo en sus propios términos.
Conductas de los "nativos digitales"
Una encuesta realizada por Cartoon Network comprobó que cuatro de cada diez chicos argentinos menores de 15 años de clase media alta y alta tienen Internet en su habitación. Y más de 7 de cada 10 también tienen televisor.
Cuatro de cada diez chicos argentinos de entre 10 y 18 años le restan tiempo al estudio para navegar en la Web, según se desprende de un informe sobre el impacto de las nuevas tecnologías en países de América latina elaborado por la Universidad de Navarra (España).
De acuerdo con tres investigaciones realizadas en Japón y los Estados Unidos, la violencia de los videogames provoca en quienes los juegan mayor agresión física en la escuela.
Siete de cada diez adolescentes de entre 13 y 19 años pasan entre 3 y 6 horas por día frente a una computadora, según una encuesta realizada en Capital Federal por el Centro Asistencial de Salud Mental Aralma.
De acuerdo con investigaciones de Eurobarómetro -un registro que integra información sobre distintos países-, apenas dos de cada diez padres controla cómo su hijo utiliza Internet. La cifra coincide con los sondeos realizados en la Argentina.
Según diversos especialistas, la edad de jugar con juguetes se acortó tres años en dos décadas. La computadora, la PlayStation y los reproductores de MP3 son los entretenimientos preferidos de los chicos y roban terreno a las muñecas y autitos.
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