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martes, 4 de diciembre de 2012

¿Por qué se perdieron los buenos modales?


Es una pregunta que se hacen muchos nostálgicos de otras épocas; 
¿en dónde quedó el respeto?; expertos analizan la pérdida de las formas en la sociedad

Por Julieta Paci  | LA NACION


Pícaros que buscan la forma de colarse en todas partes; encuentros siempre interrumpidos por celulares y computadoras; asientos que jamás son cedidos a ancianos y embarazadas; y palabras de agradecimiento nunca pronunciadas son algunas de las acciones cotidianas de millones de argentinos que hace que muchos se pregunten: ¿En dónde quedaron el respeto y los buenos modales?

Según José Eduardo Abadi, médico psiquiatra, psicoanalista y escritor, los buenos modales pueden haberse perdido por varios factores. "Por un lado la gente vive apurada, estresada, y esto hace que no pueda detenerse a pensar en el otro. Por otra parte, los argentinos nos sentimos inseguros todo el tiempo, eso genera una fantasía persecutoria que deriva en un comportamiento antipático y defensivo".

Para Sergio Sinay , escritor, periodista y especialista en vínculos humanos, lo que sucede es que se han olvidado los contratos sociales: "Hoy muchos piensan que se puede sobrevivir sin el otro y, a partir de allí, se pierden los buenos modales porque para que ellos puedan ser implementados se necesita comprender que el de al lado es esencial para nuestras vidas; como dijo alguna vez el filósofo lituano Emanuel Levinas, 'Primero usted, por favor'".

El especialista afirma que esta situación se viene dado, de manera gradual, desde la década de los 90. "A partir de una economía salvaje, consumista, y del auge de la tecnología; cuando comenzó a pensarse que los seres humamos podíamos vivir recluidos, rodeados de aparatos, e incluso reemplazados por ellos".

Edith Cortelezzi, experta en ceremonial y protocolo, autora del libro Buenos modales, buenos negocios , asegura que la falta de modales se nota a partir de las últimas tres generaciones, cuando la mujer dejó el hogar para comenzar a trabajar. "Desde entonces, los chicos quedaron 'huérfanos' de aquella capacitación esencial que recibían en su casa y luego, al llegar a la escuela, tampoco eran instruidos sobre el tema". En sintonía, la famosa Eugenia de Chikoff, también especialista en protocolo y ceremonial, expresa que lo que sucede se debe a que "la familia ya no es lo que era antes, donde la madre educaba y el hombre la apoyaba".


Lo que más molesta a los argentinos
Entre las cosas que más molestan a los argentinos se destacan el desinterés por el prójimo, la apatía, la falta de cordialidad tanto en la vía pública como en lugares privados, las interrupciones continuas de celulares y diversos aparatos tecnológicos que no permiten una conversación fluida.

"Lo que más me fastidia es que la gente no pida 'por favor' y que no agradezca cuando recibe algo", dice Juan José Mac Mahon, abogado, de 45 años. Para Joaquín Pedroso, director de cine, de 24, "no hay nada peor que cederle el paso a alguien o abrirle la puerta y que encima de no agradecer mire para abajo y siga de largo".

"Detesto a la gente que arroja escupitajos en la calle, especialmente a los que lo hacen a centímetros de uno, también a los que tiran desechos por la ventanilla del tren o el colectivo como si la calle fuera un gran tacho de basura", se queja Malena Ibarra, escenógrafa, de 24 años. Pablo Castelli, contador, de 32, cuenta que en más de una oportunidad se ha encontrado con gente que no respeta las filas para ser atendido.

Otros manifiestan que el temor a ser víctimas de un delito en medio de la vía pública hace que los peatones se muestren indiferentes o se nieguen a responder ante una consulta y así se pierda la cortesía que existía tiempo atrás. "Muchas veces me acerco a preguntar por una calle o por una dirección y no obtengo respuesta. Es algo que sucede cada vez más a menudo porque la gente tiene miedo de que uno les vaya a robar o hacer algo. Lo que pasa habitualmente es que se sobresaltan y luego comienzan a caminar rápido como queriendo escapar", dice Federico Quintela, estudiante de economía empresarial, de 21 años.

La inseguridad provoca, cada día más, que los individuos de la sociedad se vuelvan desconfiados, se sientan perseguidos, y que muchas acciones que antes parecían normales se vayan convirtiendo en excepcionales dejando atrás la cortesía y las buenas formas.

Dylan Herina, de 13, manda mensajes de texto, con sus padres Beth y Peter de fondo. Las nuevas tecnologías plantearon desafíos a las normas de convivencia familiar.. Foto: AP

Herramientas tecnológicas, grandes enemigas

En el último tiempo, con los importantes avances tecnológicos, los celulares y las computadoras se han incorporado a la vida diaria y, según manifiestan algunos especialistas, la mala utilización de ellos también ha influido en esta degradación.

"El problema radica en la utilización de las herramientas tecnológicas. Hoy los instrumentos no están al servicio de las personas, como debería ser, sino a la inversa. Los seres humanos se despersonalizan y pierden los modales al olvidarse de que el otro existe y de que espera ser respetado", explica Sinay. También asegura que, en más de una oportunidad, ha visto cómo los integrantes de una familia cenan mientras se la pasan mandando mensajes en el celular, tratando de esconderlos en su regazo, y parejas en la que uno espera aburrido a que el otro termine de hablar.

Chikoff dice estar "en contra de los celulares y de las personas que caminan por la calle hablando por teléfono mandándose la parte como si tuvieran más poder que el resto, cuando lo único que tienen es mala educación". Para ella en el camino "hay que disfrutar de los árboles, del aroma de las flores, del cantar de los pájaros, del paisaje, y los celulares destruyen la intimidad, la paz y la tranquilidad".

Los expertos coinciden en que la buena educación se basa en conocer las reglas, respetar los límites y el espacio del otro.

Para Abadi uno de los problemas principales es que "la sociedad argentina está alejada de la ternura ya que los lazos entre los individuos de la comunidad son frágiles; no hay normas ni límites, y el otro es visto como un potencial enemigo, un peligro, y no como un aliado".

"Pareciera que la preocupación por el prójimo ha disminuido, hoy cada uno atiende su juego. A esto se agrega un creciente desprecio por las normas establecidas, justificando cualquier violación de las mismas bajo la premisa de que 'todos lo hacen y no pasa nada'", dice José María Condomí Alcorta, licenciado en organización de empresas, de 61 años, que padece a diario la indiferencia.

Cortelezzi está convencida de que la falta de modales se debe al desconocimiento y explica que ellos no se perdieron sino que cambiaron y se actualizaron. "Antes uno aprendía cómo escribir una carta y mandarla por correo, ahora qué hacer con un mail o un mensaje de texto".

"Los buenos modales son un pilar esencial tanto para andar por la calle u obtener un trabajo como para relacionarse en un lugar de esparcimiento. Las personas bien educadas, sin duda, marcan la diferencia", dice Cortelezzi.

Sinay asegura que los buenos modales pueden ser recuperados, pero para que ello suceda se necesita de un trabajo conciente. "Es fundamental comprender que el otro es imprescindible para vivir mejor. Debemos comenzar con pequeños acuerdos desde el núcleo más íntimo, implementándolos en situaciones cotidianas, para que éstos luego puedan expandirse -y añade- esperar que la sociedad cambie es en vano si no empezamos por nosotros mismos"



lunes, 21 de mayo de 2012

Se duplicó la cantidad de personas que habla por celular mientras maneja


La cifra surge de un estudio de Luchemos por la Vida que compara los últimos 
cuatro años; "Los peligros son mayores que manejar alcoholizado", 
dijo a LA NACION el presidente de esta asociación



El celular en manos de los conductores es un peligro creciente. La asociación Luchemos por la Vida desde los últimos años realiza un relevamiento del uso de teléfonos celulares por parte de conductores. El estudio comparativo muestra que, mientras que, en septiembre de 2007, el 4,1% de quienes iban al volante simultáneamente hablaban por su móvil, la cifra se elevó al 9,7% en igual mes de 2011.

Este incremento, que significa más del doble de conductores en infracción por este tema, puso en alerta a los expertos de esta ONG abocada a prevenir los accidentes de tránsito en el país. Estos accidentes son la causa de 22 muertos por día: más de 120.000 heridos por año.

Esta cifra resulta alarmante ya que significa que entre los vehículos que circulan por Buenos Aires, diariamente, (unos 1.400.000), hay aproximadamente 57.400 manejando con un celular en la mano, simultánea y constantemente, pese a la expresa prohibición del artículo 48 de la Ley Nacional de Tránsito 24.449 y la ley de la ciudad. El presidente de Luchemos por la Vida, Alberto Silveira, explicó a LA NACION que este aumento los preocupa porque genera más distracción al volante y, por lo tanto, agrega peligro al tránsito cotidiano. "La gente habla cada vez más y la irresponsabilidad aumenta al mismo ritmo. Hay una falta de conciencia de la alineación mental que implica una conversación telefónica mientras se está conduciendo", manifiesta Silveira. "Esto lo vuelve peligrosísimo".

Según contrasta, "los peligros de manejar hablando por teléfono son mayores que manejar alcoholizado". Sólo relativiza la cuestión del tiempo ya que, mientras los efectos del alcohol dura unas horas, los del celular se extienden mientras dura la conversación y por algunos minutos más.
























Los efectos sobre la conducción
  • Mayor tiempo de reacción para detectar y responder inesperadas maniobras de otros conductores
  • Dificultad para mantener derecha la dirección
  • Más lentitud para frenar y por ende menor distancia para frenar
  • Dificultad para mantener una velocidad apropiada (en general, más lenta)
  • No acatamiento de señales de tránsito (por ej, pasar en rojo)
  • Reducción del campo de visión (se mira derecho adelante perdiendo la visión periférica o de los espejos)
  • Menor distancia con otros vehículos
  • Inadaptabilidad a cambios en la corriente del tránsito
  • Trabajo mental sobresaturado, que aumenta el stress y la frustración
  • Reduce la conciencia del conductor acerca de lo que ocurre alrededor de él
  • El uso de un teléfono manual o el envío de un mensaje interrumpe la visión permanente del conductor
Silveira apunta que el peligro puede ser agravado por la edad (afecta más aún a los conductores muy jóvenes y a los de edad avanzada), el sexo (diversos estudios internacionales muestran que los hombres son más proclives al uso del celular en la conducción que las mujeres), conductores nóveles (los afecta mucho más que a los más experimentados) y/o conductores temerarios (los que asumen más riesgos en la conducción, por ejemplo, no usando el cinturón de seguridad, o conduciendo después de haber bebido alcohol).

El presidente de Luchemos por la Vida pide más campañas de concientización, y agrega dos palabras clave para que la ley se cumpla: "control" y "sanciones" para los infractores. Repasa gestiones de otros países en los que incluso, señala, se usan larga vistas para detectar a los trasgresores. Según cifras de Luchemos por la Vida, con metodologías similares a la que utilizan en la Argentina, en otros países se observó: en Canadá, se detectó que hablaban por celular el 2,8% de los conductores en áreas rurales y un 5,9% en zonas urbanas; en Australia, Holanda, Reino Unido y otros países europeos hasta el 7% lo hacen; la cifra sube al 11% en Estados Unidos.

"Para los peatones que transitan por la vía pública hablando por teléfono -señala el informe de Luchemos por la Vida-, el problema real principal parece ser la distracción, así como les sucede a los conductores. Y en el tránsito caótico de nuestro país, este nuevo hábito compartido por peatones y conductores no hace más que empeorar la seguridad de todos en la calle".






martes, 26 de octubre de 2010

Mañana no habrá bancos, oficinas públicas, shoppings ni supermercados por el censo



Además, los restaurantes deberán permanecer cerrados
hasta las 20:00, hora en que concluirá el relevamiento.
El servicio de transporte funcionará como en cualquier
día feriado y la recolección de residuos será como la de un día domingo.



El Censo 2010 no pasa desapercibido en la población activa, que por favoritismo o enemistad política con el gobierno nacional, toma postura frente al relevamiento que busca determinar el estado de la población argentina.

Entre los detractores, muchos anti-K, repudian el censo de este 27 de octubre; incluso se han creado páginas en Facebook como “Boicot al censo 2010 del IndeK” que tiene más de 1.100 seguidores y en donde se observan mensajes como: “La demostrada falta de credibilidad que hoy sufre el Indec como resultado de su intervención lo inhabilita como órgano capaz de censar a la República Argentina y entregar datos veraces. Proponemos boicotear el Censo 2010 no atendiendo a los censistas el próximo 27 de octubre”.

Sin embargo, si se realiza seriamente y como política de estado, el censo puede aportar datos útiles para apuntalar gestiones tendientes a mejorar la educación, salud, trabajo, familia, vivienda y transporte, todas acciones a largo plazo que trascienden al gobierno de turno.

Mañana miércoles 27/10, a causa del relevamiento de Población, Hogares y Viviendas 2010, la actividad comercial no estará permitida. Bancos, comercios, supermercados y cualquier otro local de venta deberá mantener sus puertas cerradas hasta tanto finalice el operativo.

También estarán prohibidas las reuniones públicas. No habrá funciones teatrales ni cines abiertos. Las oficinas pertenecientes al Estado tampoco atenderán.

Por su parte, las estaciones de servicio asociadas a la Federación de Empresarios del Combustibles, Fecra, atenderán durante el horario de desarrollo del Censo Nacional 2010 con una guardia mínima. Podrán cargar naftas sólo ambulancias, policías, bomberos y casos de emergencia, se indicó mediante un comunicado difundido ayer.

Asimismo, el Ministerio de Salud garantizará la atención de las emergencias en guardias y cirugías en los 77 hospitales públicos provinciales y el sistema de emergencias 107 permanecerá en guardia las 24 horas.






Diez claves que hay que saber antes del censo

¿Quién tiene que estar presente en la casa durante el censo?
El censo puede ser respondido por cualquiera de las personas que habitan la vivienda, aunque idealmente se espera que lo responda el jefe de hogar. Esta es una figura que sólo se utiliza para determinar la relación de parentesco que tienen las demás personas que comparten el hogar y es designada por los mismos residentes de la vivienda. Lo importante es que en todo momento haya alguien que pueda responder las preguntas del censista.

¿Qué documentación tengo que tener disponible?
No hay presentar ningún documento para responder. El censista le pedirá su nombre de pila y tomará nota sin realizar ninguna verificación.

¿Es obligatorio responder el censo?
Según el decreto 67/2010, todos los habitantes de la Nación tienen que responder las preguntas del censo, de manera anónima. Quienes no suministren en término, falseen u omitan la información solicitada pueden recibir multas de acuerdo con la Ley 21.779.

¿Quién me va a realizar la entrevista?
Los censistas provienen principalmente de la estructura educativa aunque también pueden formar parte del plantel estudiantes universitarios y personal de organismos públicos.
Los censistas tendrán una credencial que los identifica, con el nombre, apellido, firma y sello autorizante. Otros elementos que permitirán identificarlos son su planilla, un lápiz de grafito especial para el proceso de computación y un bolso con la estampa del censo.

¿A qué hora será y cuánto tiempo demora?
El censista pasará a partir de las 8 de la mañana y el proceso se extenderá hasta las 20, aunque los organizadores pretenden que los encuestadores no trabajen más de 7 u 8 horas. Según precisaron desde el INDEC, el trámite demanda unos once minutos si el entrevistado debe responder la planilla de 35 preguntas básicas y unos veinte si le corresponde el formulario ampliado de 67 consultas.

¿Qué actividades y servicios estarán suspendidas?
Según estipula la Ley 24.254/93, el día del censo no se deben realizar reuniones públicas y no habrá actividad comercial. En el artículo 2 indica que: "Quedan prohibidas hasta 20 del día indicado para la realización del Censo, las funciones teatrales, exhibiciones cinematográficas, competencias deportivas y en general toda clase de espectáculos y reuniones públicas al aire libre o en recintos cubiertos".
Los restaurantes y en general todo comercio de venta de artículos alimenticios y de bebidas y clubes, también deberán permanecer cerrados.
La resolución establece multas que van desde los $ 200 a los $ 5000 para aquellos comercios que violen la norma.

¿Cómo se censa a quienes no pueden recibir al censista, o a quienes no pasaron la noche en su hogar?
En el caso de que una persona por algún motivo de fuerza mayor no pueda esperar al censista en su hogar el día del relevamiento y quiera censarse tiene dos opciones: o bien deja pegada en su puerta la planilla bajada de Internet para que el encuestador la transcriba, o se puede dirigir a la escuela más cercana a su hogar para ser censado allí.
Las personas que se encuentren fuera del territorio nacional y no hayan pasado la noche del martes al miércoles en Argentina no serán censados. Las personas que prestan servicio en hospitales o realizan algún tipo de guardia y también viven solas, lo harán con el censista que visita esa vivienda colectiva. Si la persona estuvo viajando durante la noche, se lo censa donde se encuentre al momento del relevamiento. Si viajó hacia un destino fuera de Argentina, no se censa. Los turistas deben ser relevados ya que el censo de hecho es como una foto instantánea de la situación.

¿Qué preguntas me van a hacer?
A algunos hogares les tocará responder el cuestionario básico y a otros, el ampliado. El cuestionario básico (con 35 preguntas) se aplica a la mayor parte de la población y el cuestionario ampliado, (con 67 preguntas) se aplica sólo a una muestra.
Los datos que se relevarán se refieren a las características de la vivienda, la infraestructura del hogar, sexo y edad de las personas, nacionalidad, educación, uso de la computadora y empleo. Quienes respondan el ampliado también deberán informar sobre la cobertura de salud, la situación conyugal y la fecundidad, entre otros aspectos

¿Qué preguntas no tengo por qué responder?
El censo no consultará sobre bienes pero sí preguntará sobre posesión de computadoras y si la gente sabe manejarlas. El censo es anónimo, por lo que no hay que informar el apellido ni mostrar documentos personales, ni de ningún tipo.

¿Qué utilidad tienen las planillas de Internet?
Son sólo para conocer el contenido del cuestionario. No tiene sentido imprimir las planillas que circulan en Internet dado que las únicas válidas son las que están impresas en un papel especial, completadas con el lápiz que tiene el censista.

¿Cómo será el operativo?
Más de 650.000 personas recorrerán todas las viviendas para censar a las personas que pasaron la noche del 26 al 27 de octubre en ese hogar, independientemente de que residan allí.
Cada censista cubrirá aproximadamente 30 hogares, que, dependiendo su distribución, podrían abarcar un solo edificio o algunas cuadras. También es posible que deban censar una vivienda colectiva, como cárceles, hospitales o geriátricos.
En el caso de que un censista no encuentre a nadie en la vivienda, debe reiterar su visita a las dos horas.
El 15 de diciembre estarán los resultados provisorios y los definitivos el 20 de junio de 2011.

CLAVES ECONÓMICAS

$ 303 Millones Dispondrá el Indec para el operativo del 27 de octubre próximo. La cifra fue revelada en una conferencia de prensa oficial en marzo último. El censo costará un 72 % más de lo previsto, a partir de la asignación de 220 millones más luego de que la Jefatura de Gabinete solicitara una ampliación del presupuesto, según lo publicado en el Boletín Oficial.

US$ 2 Será el costo por habitante. Es lo que se estima en todo el mundo para un censo de este tipo. El presupuesto previsto es acorde con estadísticas internacionales, que estiman que se deben destinar aproximadamente dos dólares por habitante de la población censada.

680.000 Son los censistas. Recibirán un pago en diciembre de $250.

Para más consultas sobre el operativo: 0800-999-23676 (censo)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Yo, mi peor enemigo



Con raíces tanto psíquicas como culturales, el autoboicot es un atentado
a la felicidad personal que, con paciencia y terapia, puede superarse.

Fuente: Diario La Nacion
Foto Eva Mastrogiulio



Un artículo publicado por The New York Times se pregunta: ¿cuál es la finalidad del hombre de sabotear el éxito? Aunque resulte paradójico, hay quienes son felices desde el dolor y la decepción. ¿Qué puede llevar al hombre al autoboicot? ¿Qué le pasa a quien apuesta a ser víctima o a gozar con el sufrimiento? Se cree que, en mayor o menor medida, en algún momento de la vida todos podemos convertirnos en "masoquistas emocionales".

Resulta difícil imaginar un libro de autoayuda que enseñe al hombre a ser cada día más triste o a convertirse en un buen perdedor. Sin embargo, sería de gran utilidad para aquellos que encuentran una recompensa placentera siguiendo el camino inverso.

"De toda la psicología humana, el comportamiento autodestructivo está entre los más misteriosos y duros de cambiar", introduce en el tema el doctor Richard Friedman, profesor de Psiquiatría en el Weill Cornell Medical College, de Nueva York, uno de los centros mejor calificados para la investigación clínica y médica en los Estados Unidos. Es él quien escribe el artículo de The New York Times que citamos al comienzo.

"Siempre a mí"; "la vida me engañó"; "no tengo suerte en nada"... Quién no conoce una tía, una abuela, un vecino, un amigo o un compañero de trabajo que haya elegido o le tocó en suerte "ahogarse o hacer la plancha en una vida gris". Muchas veces no podemos entender cómo alguien persiste en la idea de elegir aquello que lo daña, no renuncia a lo que lo hiere o insiste en exponerse al riesgo y las dificultades.

Alicia López Blanco, licenciada en psicología, autora del libro La salud emocional, nos ayuda a entender este fenómeno del "daño permanente", muy común entre los argentinos, entre otros motivos, por herencia cultural.

"Boicotear es impedir o entorpecer la realización de un acto o de un proceso para conseguir alguna cosa. En el caso del auto-boicot -señala la psicóloga-, la propia persona se impone el freno con el objetivo de obtener algo que aparentemente no favorece su bienestar, pero que sí satisface algún deseo inconsciente. Podríamos plantearlo, metafóricamente, como una lucha interna entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal que libran, en el interior de la psiquis, batallas de diferente intensidad y frecuencia. Por un lado, una fuerza positiva impulsa a la autonomía y el desarrollo personal; por el otro, una negativa trata de impedir el crecimiento y la evolución."

Si bien muchos podemos ser víctimas de una sucesión de "malas rachas", no todos elegimos convertirnos en seres descreídos o esclavos de la resignación. No siempre una cadena de fracasos nos conduce a elegir este estilo de vida. Influyen la cultura, la educación, el cómo hayamos aprendido a atribuir lo "bueno" y lo "malo" de lo que nos pasa.


Contame tu condena

"¡Pobre de nosotros!"; "hija, ¡sos una desdichada!"; "no tiene suerte con las mujeres". Aunque parezca mentira, consciente o inconscientemente, mamamos desde la cuna la posibilidad de crecer y gozar con el sacrificio o el lamento. O todo lo contrario.

Los humanos estamos enmarcados en una doble tendencia vital, la del instinto de vida y conservación, por oposición al instinto de muerte y dolor. A lo largo de toda la vida nos balanceamos en torno a estas dos direcciones. Está lo que heredamos y está lo que decidamos poner en juego a la hora de elegir qué nos motoriza o nos provoca placer.

Todo hace pensar que el recurso del auto-boicot emocional puede caernos como regalo de nacimiento o, al menos, se enseña y se aprende; así como se adquiere cualquier otra estrategia para vivir y sobrevivir.

Muchas veces es más cómodo asumir "una vida de sumisión y sacrificio", aceptar un "destino impuesto o torcido", o atribuir la desdicha al "castigo de los dioses", en lugar de asumir los riesgos o hacer los duelos necesarios con el objetivo de elegir un destino propio o promover el cambio que nuestra vida pueda llegar a necesitar.

"El aparato psíquico se construye por la relación con la cultura, la cual le transmite al sujeto su lenguaje y conocimientos, y le imprime su sello. Es ella misma la que, al imponer sus mandatos a ser y comportarse de determinadas maneras, insta a la represión del impulso", explica la licenciada López Blanco.

"En un principio hablamos de un duelo entre las «fuerzas del bien y del mal» -recuerda la psicóloga-. La fuerza negativa -agrega- se nutre de los mandatos culturales y los de la subcultura de la familia de origen, incorporados en etapas tempranas del desarrollo. En el ánimo de responder a estas expectativas se van acallando los propios deseos."

Esto ayuda a entender tanto asuntos de base como los extremos a los que puede llegar quien decide entregarse a la dependencia e, incluso, la humillación. Muchas personas se limitan, se disminuyen, piden disculpas permanentemente, eligen ser sumisas u obedientes porque creen que serán más queridos y respetados. Aunque parezca mentira, hay quienes mueren con la idea de que "se vive para sufrir".


Se dice de mí

A la hora de definir el perfil de las personas "autodestructivas", podríamos decir que estamos frente a personalidades tendientes a: asumir el papel de víctima; minimizar los logros personales; mantener relaciones de subordinación (idealización excesiva); rechazar la ayuda y evitar elogios; no evitar, o evitar escasamente, el dolor; sufrir estados de ánimo ansiosos y/o disfóricos (cara triste o inexpresiva, evitación de la mirada, apatía, enojo, irritabilidad).

Las distintas teorías y modelos, cada cual con su explicación y terminología, invitan a revisar los motivos por los que estas personas devaluaron tanto su autoestima. Siempre hay un contexto o biografía emocional que nos define de cuerpo entero.

A la hora de revisar la historia de cada sujeto, están los más conductistas, que creen que puede tratarse de personas que han padecido de desatención, inconsistencia afectiva o falta de cariño.

Desde el psicoanálisis clásico se ha estudiado un tipo llamativo de carácter, en el que aparentemente se busca el dolor y se niega la experimentación de sensaciones agradables o placenteras.

"Freud describió el masoquismo como la búsqueda del sufrimiento y la decadencia", explica la licenciada López Blanco. "Además del sexual -continúa-, distinguió el masoquismo moral, en el cual el sujeto, debido a un sentimiento de culpabilidad inconsciente, expresa su necesidad de castigo ubicándose en posición de víctima. También desarrolló los conceptos de masoquismo primario y secundario, que todos podemos experimentar, un estado en el que la pulsión de muerte se dirige sobre uno mismo, o en el que la agresión hacia otro vuelve hacia la propia persona".

Las hipótesis psicodinámicas más actuales se fundamentan en la necesidad insatisfecha de simbiosis o identificación con determinadas personas.

Están los estudiosos de los trastornos de la personalidad, que especularon con que "los masoquistas persisten en las situaciones de sufrimiento para acostumbrarse mejor al dolor, expiar así sus culpas por deseos no reconocidos, y asociar el sometimiento con la aceptación".

Lo cierto es que quien boicotea su propia felicidad no necesariamente padece de algún trastorno de personalidad. "Si bien personas con determinadas patologías pueden tender a obstaculizar el camino de su felicidad, no es imprescindible tener un trastorno determinado para experimentar una inclinación hacia la autodestrucción", certifica López Blanco.

Hay varios estilos de personalidad que pueden convertirse en destructivos. Muchas veces, por dar un ejemplo, boicoteamos el éxito por exigencia desmedida. Las exigencias del mundo moderno, muchas ya impulsadas por viejos mandatos de "éxito y productividad", se convierten en un terreno pantanoso para los hiperresponsables o culposos.

Están quienes suelen ponerse objetivos demasiado elevados e inalcanzables y, en esa búsqueda, mientras desmerecen sus talentos y esfuerzos, se condenan al "fracaso" y la insatisfacción generalizada o permanente.

En ese contexto, entre extremos de negación y sobreexigencia, cabe señalar que el autoboicot no es privativo de las personas. Así como hay comunidades que quedan presas de sus propias redes de exigencia, "muchas sociedades parecen configuradas por una fuerza negativa que les impide la libertad, la expansión, el desarrollo y el crecimiento espiritual e intelectual", sugiere la licenciada López Blanco. Esto explica, en parte, cómo algunas comunidades, ciudades y países optan por no reconocer lo que esencialmente las destruye o, al menos, limita su crecimiento.

"Existe la posibilidad de cambio -asegura la psicoterapeuta- cuando los pueblos se deciden a tomar conciencia de esa necesidad y evalúan las transformaciones que la vida colectiva considera como auténticas." Lo mismo pasa con cada una de las personas.


Darse cuenta

Si bien el carácter masoquista ha ido desapareciendo de los manuales de psiquiatría, "parcialmente en respuesta a presiones sociales y políticas", tal como lo explica el doctor Friedman, "el comportamiento autodestructivo del masoquista es una fuente de sufrimiento considerable y blanco legítimo para el tratamiento".

En el trabajo psicoterapéutico y, en algunos casos extremos, junto a la intervención psiquiátrica, que aportará una medicación adecuada, se podrá trabajar sobre los mecanismos que despiertan la autodestrucción y la consabida recompensa que esto nos provoca, muchas veces, casi sin darnos cuenta.

"No cae muy bien decirles a estos pacientes que ellos son los arquitectos de su propio sufrimiento", reconoce Friedman. "Tal vez podamos partir de algo parecido, como invitarlos a preguntarse: «¿Es mi culpa que la vida sea injusta?»."

Para la licenciada López Blanco, "un tratamiento psicoterapéutico o un trabajo de observación y autoconocimiento pueden ser muy adecuados para empezar a tomar conciencia de los patrones de autoboicot. Al echar luz sobre esto, el tema ya pasa a formar parte de la conciencia y, si bien la pulsión inconsciente pude persistir, al verse repitiendo ese patrón el sujeto puede comenzar a accionar en la dirección del cambio".

"El trabajo terapéutico puede ser una batalla cuesta arriba -advierte Friedman en su artículo de The New York Times-, ya que, por su visión negativa, estos pacientes tratan a menudo de frustrar los mejores esfuerzos de sus terapeutas." Es lógico que quien vivió pensando en "que le vaya mal" se asombre al descubrir otro tipo de goce mucho más saludable. No olvidemos que no todos pueden ser pesimistas, negativos o autodestructivos por elección. "Sería una elección si la persona fuera consciente del acto", explica López Blanco. "Si se trata de una pulsión inconsciente -subraya- no podemos hablar de elección, sino de acto compulsivo."

Al parecer, se trataría de llevar el arte del autoboicot a la conciencia y resignificar creencias y carencias emocionales. De esta manera, tal como lo cree Friedman, "estas personas pueden experimentar en terapia lo que ellos perjudican tan expertamente en todos lados: el éxito".

"Sería de utilidad que el paciente lograra interrogarse respecto de cómo se está experimentando el curso de la propia vida -enumera la psicóloga-; cuán saludable y constructiva es la relación con los demás; cuál es el sentimiento respecto de las propias actividades en general, y lo que sea útil preguntarse con el objetivo de echar luz acerca de la propia existencia. Una vez formulados los interrogantes, entra en juego la capacidad personal de soportar lo que las respuestas dejen en evidencia."


Por Eduardo Chaktoura
revista@lanacion.com.ar


ESTRATEGIAS PARA EL CAMBIO

En busca de una mejor calidad de vida, podría pensarse en:

* Trabajar la autoestima. Quien posee una valoración positiva de sí mismo difícilmente sostenga acciones dirigidas a cumplir con la profecía de que, indefectiblemente, le irá mal.

* Regular los niveles de exigencia y tolerancia a la frustración. Cuando no puede cumplir con alguna expectativa de logro personal o conseguir algo que se había propuesto, si su capacidad para afrontar frustraciones es pobre, se sentirá víctima de lo sucedido. Las acciones derivadas de ese suceso se dirigirán inconscientemente al autocastigo, lo que hará que se cumpla la profecía desgraciada que él mismo generó.

* Cambiar de anteojos o ajustar el foco. Es muy difícil que a una persona le vaya mal en todos los órdenes de la vida. Lo que suele suceder es que muchos evalúan su existencia desde la negatividad. Son los que suelen ver el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. De esta manera, magnifican lo que no cumple con sus expectativas y miran la realidad de modo extremista y catastrófico.

* Revisar la compulsión al enojo y la culpa. Cuando logramos recuperar la autoconfianza, conseguirmos romper con un estilo de emocionalidad pasivo y limitante donde suelen reinar la ansiedad, la ira, la agresividad y el sentimiento de culpa.

* Reconocer los beneficios de la "asertividad". Se trata de asumir un comportamiento más adulto y sincero en la comunicación, donde la persona logre manifestar abiertamente sus pensamientos y deseos, y defienda sus legítimos derechos, sin la necesidad de agredirse ni de someterse a la voluntad de los otros.

* Reemplazar algunas palabras del diccionario cotidiano. Tal como sugiere la licenciada López Blanco, "es importante quitar del vocabulario personal expresiones tales como: siempre, nunca, todo, nada", para ubicarnos en el contexto de una realidad con matices. Esto puede ayudarnos en la valoración de las cualidades, capacidades y logros.



martes, 31 de agosto de 2010

¿Por qué estamos tan distraídos?



Por Mori Ponsowy


Hiperactividad improductiva. Ese fue el diagnóstico del psiquiatra cuando me quejé de mi creciente incapacidad para concentrarme. El nombre del padecimiento no me molestó tanto como saber que no había ninguna pastilla para curarlo y que lo único que podía hacer era insistir en focalizar la atención.

Días después, una amiga me dijo que ese diagnóstico le parecía una estupidez. "Hiperactividad puede ser -opinó-, pero improductiva, no." Intenté convencerla de lo contrario contándole que escribir me cuesta cada vez más.

"Termino un párrafo y reviso los e-mails . Intento avanzar en otro, pero uno de mis contactos en Skype me llama y cuando vuelvo a la nota que estaba escribiendo, he olvidado la idea que se me acababa de ocurrir -le dije-. Además, cada vez leo menos."

Sólo esto último pareció asombrarla: "¿No leés en Internet?", preguntó. Iba a contestarle, pero me dijo que acababa de llegarle un correo que estaba esperando y nos tuvimos que despedir.

Me quedé pensando. ¡Claro que leo en Internet! ¿Quién no lo hace? No sólo eso, sino que seguramente gracias a la Red hoy se lee muchísimo más que en los años 70 y 80, cuando la principal fuente de entretenimiento era la televisión. La vastedad de contenidos que ofrece Internet permite mucha mayor libertad de elección que la tele. Desde juegos para los más chicos y partidas de póquer on line para los grandes, hasta diccionarios y libros enteros de la literatura universal están al alcance de un clic en cuestión de segundos. Basta con conectarnos y un universo aparentemente inagotable de millones de bits se despliega ante nosotros. La facilidad para encontrar cualquier cosa que estemos buscando, sumada al vértigo de la sorpresa inagotable convierten a Internet en una tierra seductora, irresistible.

Millones de personas pasamos, hoy, la mayor parte de nuestro tiempo de lectura en Internet. Como si hasta ahora hubiéramos vivido en la tundra desolada, quienes nacimos antes de la existencia de la Red nos hemos visto habitando, de pronto, una densa selva amazónica. Su hechizo es tal que quizá hoy leamos aún más que en el pasado. ¿Cuál era mi queja, entonces? Tratando de responder esto, sentí que lo que realmente me molestaba no era leer menos, sino la manera en que leo ahora. Leo en la pantalla con el mundo desplegado frente a mí y es como si estuviera sentada en Times Square intentando leer a Heidegger: no me puedo concentrar; las luces caleidoscópicas de un océano de neón me distraen; empiezo leyendo El ser y el tiempo, y, sin darme cuenta, un rato después estoy mirando el último video de Lady Gaga en YouTube.

Estaba por llamar a un par de amigos para averiguar si sufrían del mismo mal, pero inmediatamente cambié de idea: ¡mejor investigarlo en Internet! En segundos, comprobé mi hipótesis. Hay artículos en diarios, revistas y blogs en los que gente de todas partes se queja de lo mismo. Nicholas Carr, un columnista de The Atlantic Monthly , lo describe así: "Antes me resultaba fácil sumergirme en un libro o en un artículo extenso. Ahora con frecuencia mi concentración empieza a desviarse después de dos o tres páginas. Me agito, me impaciento, pierdo el hilo y al fin busco hacer alguna otra cosa. Siento como si estuviera obligando constantemente a mi cerebro desobediente a regresar al texto".

Después de leer los testimonios de otros, de pronto mi queja se presentaba clara y precisa. Lo que me pasaba era que mi habilidad para pensar, leer o escribir sobre un tema específico por un tiempo prolongado se había marchitado. Incluso cuando investigo en Internet, rara vez llego al final de un texto y mi lectura es en diagonal, como si me hubiera graduado con honores en un curso de lectura veloz. Corroboré esto, de nuevo, en la Red: un grupo de investigadores de University College, en Londres, afirma que la mayoría de los cibernautas dedica menos de sesenta segundos a cada sitio y que la conducta más común es saltar de un lugar a otro y leer, a lo sumo, una o dos páginas de un artículo antes de abandonarlo.

La esencia de la Red parece ser la interrupción y la rapidez. Con el tiempo, como pasamos tanto tiempo navegando, nos hemos vuelto tremendamente impacientes y, en consecuencia, los medios tradicionales -presionados por sus departamentos de marketing- han tenido que hacer sus contenidos cada vez más cortos para satisfacer nuestros nuevos hábitos. A partir de marzo de este año, The New York Times dedica la segunda y tercera página de su edición en papel a resumir las noticias más importantes del día.

El cambio ha ocurrido a nivel mundial y, por supuesto, también es evidente en el diario que usted está leyendo ahora. Entre el año de su fundación, en 1870, y al menos hasta 1890, LA NACION publicaba folletines como "El Capitán Cornabute", de Julio Verne, y notas de opinión de escritores como Rubén Darío y José Martí de hasta 20.000 caracteres; cien años después, la longitud promedio de las notas de opinión había disminuido un 35% hasta rondar los 13.000 caracteres; hoy, la longitud de esos artículos es de alrededor de ocho mil quinientos caracteres; es decir, de nuevo un 35% menos, pero ahora eso ha ocurrido en sólo veinte años. Como se ve, la tendencia a sintetizar noticias y artículos no nació con la invención de Internet, pero sí se ha acentuado geométricamente desde entonces. Por lo general, esto es aún más marcado en los periódicos tabloides. Es importante señalar que este cambio no obedece sólo a la necesidad de los medios de adaptarse a las nuevas tecnologías, sino también a las necesidades del público, que cada vez tiene menos paciencia para llegar hasta el final de una nota.

La vida online se caracteriza por un estado de permanente distracción. Todo cuanto requiera una concentración detenida nos impacienta. La lectura profunda, las palabras largas, las oraciones complejas y la argumentación minuciosa se tornan cada vez más anticuadas. La información prevalece sobre el análisis y la inmediatez, sobre el pensamiento. Como siempre, algunas cosas se ganan y otras se pierden en el camino. Se gana la posibilidad de acceder a un universo de datos y, por otro lado, se va perdiendo la costumbre de sumergirse en las ideas, siguiendo razonamientos que avanzan con rigor desde los enunciados iniciales hasta llegar a las conclusiones. Lo que se pierde, en suma, es el gusto y la costumbre por el pensamiento complejo y la argumentación.

La argumentación y el pensamiento racional requieren tiempo para exponer, analizar, comparar, deducir y, por último, concluir. En este sentido, la lectura detenida y profunda se asemeja mucho a la estructura del pensamiento. Comprender realmente un texto supone haber dialogado con él con el mismo cuidado con que lo haríamos con un maestro admirado. Leer de ese modo exige sopesar las ideas del otro, descubrir sus falacias y analizar sus aciertos hasta llegar, finalmente, a ideas propias acerca del mundo que nos rodea.

Ese tipo de lectura no es el que nos caracteriza mientras surfeamos en la Red. Esto se debe no sólo a la sobreexcitación que la pantalla nos provoca, sino también a que Internet es un negocio, además de una herramienta prodigiosa. Cuantos más links visitemos, mayor es la cantidad de información que compañías como Google recolectan sobre nosotros para después llamar nuestra atención con publicidad de productos que nos interesen. A esas compañías no les conviene que los usuarios leamos detenidamente y, por eso, nos seducen con miles de cartelitos y nuevas alternativas. Se trata de una relación inversamente proporcional: a menor concentración del cibernauta, mayor ganancia económica para ellas.

Además de una visita al archivo de LA NACION, hice gran parte de la investigación para esta nota en Internet, de modo que lo dicho hasta aquí no pretende ser un lamento por los tiempos idos, sino, más bien, la expresión de un deseo. Ojalá que los lectores no olvidemos que el pensamiento y la argumentación necesitan tiempo y que no todo cabe en capsulitas. El mundo es demasiado complejo como para ser explicado en un eslogan. Ojalá, también, que la mejor prensa escrita, aún incorporando las nuevas tendencias tecnológicas, no lo olvide y conserve secciones destinadas al análisis y al pensamiento.

He dejado al psiquiatra y me parece que empiezo a superar mi "hiperactividad improductiva". En comparación con los meses anteriores, he podido escribir esta nota en tiempo récord. Lo único que tuve que hacer es esconder el cable de conexión a Internet detrás de las valijas que guardo en la parte de arriba del armario. Para llegar ahí tuve que subirme a una escalera y, como no tengo una, fui a pedírsela al vecino. En este momento, siento un cosquilleo en el estómago. Es que en cuanto llegue al punto final de esta oración iré a buscar la escalera y volveré corriendo a sacar de su escondite al cable que pondrá, de nuevo, el mundo al alcance de mi mano.

© LA NACION




lunes, 9 de agosto de 2010

La verdad copiada ® y aclarada


El pasado lunes escribía este post en donde me refería a un editorial de La Verdad Funense, en donde el editor copió una nota de la revista del Diario La Nacion (www.lanacion.com.ar) cuyo autor es el escritor Sergio Sinay.

En el post señalaba como el responsable de La Verdad Funense publicó en el editorial principal un texto "prestado" como propio, sin citar ni hacer mención alguna a que se trata de un texto copypasteado de otro medio. En este caso nada mas y nada menos que La Nación.

En la semana recibía un eMail del escritor Sergio Sinay quien me comunicaba que luego de un haberse comunicado con el señor Marino, éste le pidió disculpas, aceptó que lo suyo había sido un plagio y se comprometió a hacer la correspondiente aclaración en el periódico.

En la última edición de La Verdad Funense el editor cumple con lo acordado, y se publicó la debida aclaración del incidente de la semana pasada.

También se cumple con citar la fuente de la información debajo de cada nota, cuando corresponde.


click sobre la imagen para agrandar

domingo, 8 de agosto de 2010

Hacia el fin de la privacidad




Con el auge de las redes sociales y el triunfo del narcisismo,
todos los datos personales -desde el nombre propio y la
dirección de e-mail hasta las opiniones políticas, los gustos
y las fotos familiares- circulan sin control por la red.
Y aunque las voces de alerta se multiplican, a pocos
usuarios parece importarles hacer de su intimidad
un show. Cuáles son los riesgos del destape on-line


Alejandra Folgarait
Para LA NACION


Sin jerarquías y sin censuras, Internet puso al alcance de la mano la información sobre todo y acerca de todos. El acceso ilimitado al saber significó un avance formidable para la humanidad, pero borró las fronteras que separaban lo íntimo de lo público. Con el auge de las redes sociales, todos los datos personales -desde el nombre propio y la dirección de e-mail hasta las opiniones políticas, los gustos y las fotos familiares- circulan ahora sin control por la Red. Nadie parece ya ser dueño de su privacidad, pero a pocos parece importarle.

"La edad de la privacidad ha terminado", dijo Mark Zuckerberg, el joven prodigio que creó Facebook, cuando arreciaban las críticas por su decisión de hacer públicos los intercambios de los miembros de la Red. No estaba errado, si se atiende a los 100 millones de perfiles de la red social que fueron robados hace dos semanas por un hacker y expuestos a la mirada de todos los que quisieran descargalos.

Subir fotos a Flickr, compartir videos en YouTube, contar las experiencias personales en un blog, presumir de amistades en Facebook y detallar en 140 caracteres lo que se está viviendo a través de Twitter son parte de la rutina de muchos habitantes del siglo XXI.

Pocos años atrás, la moda virtual era segmentar el yo, simulando diferentes personalidades en cada foro por el que se navegaba. Así, nadie sabía muy bien quién se escondía tras un seudónimo en un chat o un videojuego. En este sentido, el mayor temor era ser engañado por otro disfrazado.

Hoy, en cambio, se impone ser uno mismo y gritarlo a los cuatro vientos de la Red. Cada persona quiere comunicar instantáneamente sus opiniones, sentimientos y preferencias al resto del mundo. Es el triunfo del ego, pero de un yo diluido en la comunidad. El miedo, en todo caso, es quedar aislado de los otros.

"La era de la conexión constante está disolviendo la membrana entre el yo privado y el yo público. Las tecnologías totémicas de nuestro tiempo -el celular, el iPod, el BlackBerry- están dando vuelta nuestra psique, invirtiendo las polaridades de lo público y lo privado. Convierten a la soledad en algo portátil. Cada vez más estamos solos en público, ajenos al mundo que nos rodea", describió Mark Dery, gurú norteamericano de la cibercultura y autor del libro Velocidad de escape .

Para el 26% de los argentinos que son usuarios de Facebook, el impulso de escribir o subir una foto es difícil de resistir; pero eso no siempre implica ceder la intimidad. "Lo que se considera el mundo privado exhibible cambia según las épocas y de acuerdo con las edades", reflexiona Susana Finquelievich, investigadora del Conicet en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quien estudia las formas de relación en la sociedad de la información.

De los 10 millones de argentinos que participan en las redes sociales, muy pocos parecen preocupados realmente por revelar cosas íntimas. "Para los adolescentes, la esfera de privacidad es muy pequeña: se puede mostrar casi todo -sentimientos, ideas, fotos osadas- pero no los temores ni aquello que los torna vulnerables", revela la socióloga. "Los adultos, en cambio, son más cuidadosos con lo que muestran. Los jóvenes de hasta 30 años hablan de espectáculos, deportes, algo de política, pero no suben fotos. Hay más conciencia de que lo privado puede interferir en la vida laboral", agrega Finquelievich.

Como señaló la antropóloga argentina Paula Sibilia, autora del libro La intimidad como espectáculo , el concepto de espacio privado es una conquista de la modernidad. Pero, paradójicamente, la privacidad se tambalea en tiempos de individualidad extrema.

En la Web 2.0, todo está hecho para ver. Con la creación y el consumo de contenidos, los internautas actuales imponen una suerte de exhibicionismo militante y cultivan el bosque del millón de amigos (o "seguidores", según la jerga de Twitter).

El fenómeno comenzó con las revistas de famosos que exponían sus posesiones con desparpajo a las miradas de los otros. Siguió con los reality shows, en los que se podía observar la vida ajena durante 24 horas. Y explotó con las redes sociales, donde todos comparten lo que son o lo que quieren ser.

Espías descontrolados

El cotilleo, antes reservado a la intimidad de la familia y las fiestas, hoy se exhibe orondo en Internet. No se trata sólo de ventilar los trapos sucios de los ricos y famosos. Ahora, cada uno puede aspirar a la celebridad publicando en la Red toda clase de intimidades, desde el colegio al que van los hijos hasta las canciones que silba en la ducha, pasando por fotos de la última borrachera, declaraciones de amistad para toda la vida o infidencias sobre relaciones casuales.

De todos modos, aclara la psicóloga Mónica Tesone, "las redes sociales no cambian la personalidad de la gente". De acuerdo con la experiencia de la psicoterapeuta virtual, "la persona que se exhibe en Internet también lo hace en una reunión social cara a cara; tal vez las redes sociales potencian lo que cada uno es".

Como sea, Google entendió rápido de qué se trata la pasión por verlo todo. Además de funcionar como buscador y correo individual, actualmente la megaempresa se dedica a trazar mapas satelitales (Google Earth y Maps) y a generar panorámicas de las calles de las ciudades mientras "accidentalmente" obtiene información de los que tienen Wi-Fi en los alrededores (Google Street View).

"¿Qué estás pensando?", inquiere Facebook sin vueltas. "¿Dónde estás ahora? ¿Qué estás haciendo?", hurga Twitter sin vergüenza. Estas preguntas, que pueden resultar incómodas al entrar por primera vez a una red social, se transforman pronto en una tentadora provocación al narcisismo. Más de 500 millones de personas -el 22% de los internautas- practican este ejercicio autorreferencial a diario en Facebook. Muchos aceptan ser etiquetados con nombre y apellido en las fotos, sin saber cómo podrían ser usadas luego por desconocidos.

"Lo que nadie contaría a la persona de al lado en el colectivo porque no sabe quién es, muchas veces lo informa alegremente en Facebook o Twitter a todo el que lo quiera leer. Por eso, Andreas Weigend, ex jefe científico de Amazon, dijo que los datos que antes la KGB obtenía con presión o tortura, ahora todo el mundo los publica en Facebook", apunta Laura Siri, docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA.

"Las redes sociales usan los datos personales con fines de marketing y de publicidad dirigida", dice la investigadora. "Pero también es evidente que pueden ser usados con fines ilícitos. Por ejemplo, hay pederastas que buscan por este medio fotos de chicos o adolescentes", agrega Siri.

"Se tiene la percepción de que las redes sociales en Internet poseen menos riesgos que otras operaciones on line , como las transacciones bancarias, pero no es así", asegura la abogada argentina Estefanía Santos, especialista en Derecho Informático.

"El 44% de los adultos británicos mantienen abiertos sus perfiles en Facebook", enfatiza la abogada del estudio DSMS. "Si se googlea a alguien, saltan todos los perfiles de todas las redes sociales, ya que están indexadas", dice Santos, quien advierte que "es importante que los usuarios sepan que existe una ley que ampara su derecho a controlar sus datos personales".

Zuckerberg, el CEO de Facebook, alega que, para controlar la privacidad, basta con modificar la configuración con que viene por defecto la Red, indicando qué tipo de información pueden ver los "amigos", los "amigos de los amigos" o "todos". Pero lo cierto es que muy pocos toman estos recaudos, que no son fáciles de habilitar para los que no nacieron con las computadoras. Según un estudio realizado en Estados Unidos en 2008, apenas el 8% de los usuarios de Facebook modifica los patrones de privacidad de la Red, que está armada básicamente para que todos vean todo. Ni siquiera los muertos desaparecen de Facebook.

Precisamente esta eternidad de los datos comenzó a preocuparle hace dos años al periodista tecnológico Alejandro Tortolini, quien, junto con un colega rosarino, inició la campaña "Reinventando el olvido en Internet" para ponerle una fecha de vencimiento a la información on line . "Cuando alguien usa Internet, aunque no se dé cuenta va dejando un rastro y va armando una identidad digital. El problema es que toda la información queda almacenada y hay que hacer un esfuerzo titánico para mantener la privacidad", explica Tortolini. "Aunque uno borre una foto o un post subido a Internet, siempre quedará en la memoria de algún sitio o buscador", insiste. Como respuesta a este reclamo, el navegador Firefox anunció que pronto impondrá una fecha de caducidad a los datos que maneja.

Uso y abuso

El brazo del Gran Hermano en las redes sociales puede ser más largo de lo que se cree. Según un documento del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, el FBI crea perfiles falsos en Facebook, Twitter, LinkedIn y My Space para reunir información de sospechosos, tales como su localización, sus relaciones personales y sus preferencias.

Pero hay más. La revista Wired reveló que la CIA y Google están financiando a la compañía Recorded Future, que monitorea decenas de miles de sitios y blogs para analizar las relaciones "invisibles" entre personas, organizaciones y actos de modo de poder predecir lo qué harán.

Es cierto que se puede localizar a cualquier persona mediante su GPS o a través del celular que usa. ¿Pero quién necesita jugar a la policía cuando los propios usuarios de Twitter o de la nueva red social Foursquare informan a toda hora dónde se encuentran y qué están haciendo?

"No se trata sólo de lo que las empresas logran saber de uno a partir de las redes sociales sino también de lo que cada uno pone en Internet", advierte la doctora en Ciencias Sociales Susana Finquelievich.

Según un estudio de Microsoft, el 75% de los reclutadores de recursos humanos en los Estados Unidos utiliza información obtenida de blogs, redes sociales, fotologs y sitios de juego virtual para decidir si darle un trabajo a alguien. Las consecuencias negativas de los " dossiers digitales" ya son perceptibles. Quizás el caso más famoso en este sentido es el de Stacy Snyder, una joven de 25 años a la que se le negó su título de maestra después de que alguien encontrara en My Space una foto suya bebiendo alcohol en una fiesta.

Aunque en la Argentina existe la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales, en la órbita del Ministerio de Justicia, los abusos de la privacidad no cejan. Por eso, han surgido estudios de abogados especializados en el derecho a manejar la identidad digital. "Existe una nueva profesión, llamada reputation manager , que se dedica a limpiar la Web de cuestiones que el cliente no quiere que estén, desde comentarios en los foros de diarios hasta información en un buscador o un blog. Los que más usan estos servicios son las grandes empresas y las personas famosas", revela Estefanía Santos, quien dice que la tarifa depende de la importancia del caso. En los Estados Unidos, la compañía Reputation Defender cobra hasta 1000 dólares anuales para monitorear el nombre propio en la Red.

Con el cruce de los datos obtenidos de las más diversas fuentes -historias clínicas, cuentas bancarias, resúmenes de tarjetas de crédito, padrones electorales, agencias recaudadoras de impuestos, guías de teléfono y, obviamente, las redes sociales-, pronto las empresas sabrán más de las personas que ellas mismas. Quizás entonces el anonimato llegue a cotizar más alto que el número de contactos en Facebook.

© LA NACION

10 millones en las redes

De acuerdo con relevamientos recientes de la firma Datos claros, casi la mitad de los argentinos (el 47%) que utilizan Internet integra alguna red social. La más popular es Facebook, seguida por Windows Live y la red creada en el país en 2007.

22% de los internautas

A nivel mundial, más de dos de cada diez personas que navegan la Web tienen perfil en Facebook. Esto equivale a 500 millones de personas, una parte importante de las cuales carga sus datos, sube fotos y hace comentarios personales sin prestar atención a los filtros de privacidad.

75% de los reclutadores laborales

Un estudio realizado por Microsoft en EE.UU. mostró que la gran mayoría (tres cuartas partes) de las firmas de recursos humanos buscan datos y referencias en blogs, redes sociales, fotologs y sitios de juego on line antes de proceder, o no, a una contratación.

Pesos pesados

Twitter
La red social de los microblogs de no más de 140 caracteres cuenta ya con unos 100 millones de usuarios en todo el mundo, y su crecimiento continúa sin pausa.

Facebook
La más popular de las redes sociales suma ya 500 millones de usuarios en todo el mundo. Con 10 millones, la Argentina ocupa el puesto número 12 a nivel global.

Flickr
Popular servicio de almacenaje e intercambio de fotos y videos, Flickr contaba a fines del año pasado con unas 4000 millones de imágenes, subidas por usuarios.

YouTube
Punto de referencia en la Red, el sitio para compartir videos es un gigante que no para de crecer. En mayo informó que 2000 millones de videos son vistos cada día.

Google
Además del buscador y el correo, la firma traza mapas satelitales y genera imágenes panorámicas de calles de ciudades para su servicio Google Street View.

My Space
Hasta mediados de 2008 fue la red social más popular de EE.UU. y aun retiene una presencia importante en Internet: ocupa el puesto 25 en cuanto a tráfico.

Hacia el fin de la privacidad Foto: CJ BURTON/CORBIS

lunes, 2 de agosto de 2010

La verdad copiada ®



Este fin de semana me tocó ir de compras, y de paso por el centro de Funes recogí un ejemplar de La Verdad Funense. Todos conservamos un ejemplar de La Verdad Funense en casa, no por su contenido editorial sinó porque en algún momento podemos necesitar el teléfono de algún negocio o algun delivery. No obstante, a mi regreso hice una rápida hojeada y me detuve en el editorial, firmado por el responsable de esta publicación.

El editorial firmado por el responsable de la publicación me sonaba conocido, lo leí un par de veces y sentí una especie de "deja vú". "Esto ya lo leí" pensaba. Además, la forma de escribir no me resultaba familiar con el estilo del responsable de esta publicación, que incurre en el uso frecuente de mayúsculas para enfatizar lo que él cree importante, y en el abuso de la separación de letras con guiones. Estilo muy peculiar si los hay.

Mi fiel amigo y compañero www.google.com resolvió rápidamente la incognita y despejó todo tipo de dudas. El sitio en donde había leido este "editorial", aunque con otro título "Divorciados de la adultez", era www.lanacion.com.ar, en su Revista del domingo 11 de Julio de 2010. Al pié de la presente se reproduce la nota y el link a la misma.

"El zorro pierde el pelo pero no las mañas" dice el lunfardo. No es novedad que el éditor responsable de La Verdad Funense publique en el editorial principal un texto "prestado" como propio, sin citar ni hacer mención alguna a que se trata de un texto copypasteado de otro medio. En este caso nada mas y nada menos que La Nación.

Muchas veces me he referido a este tema, en situaciones similares, en otras editoriales "prestadas" y en cartas de lectores que se levantan de otros medios y se imprimen como si hubiesen sido dirigidas al Editor de esta publicación. En oportunidad de las elecciones de nuestra ciudad copió la tabla de resultados y los gráficos de este blog en una de sus páginas, sin hacer aclaración alguna de la fuente. La verdad es que no sorprende mas nada del contenido editorial -por llamarlo de algún modo- de esta publicación.

Pero hay algo aún peor que robar un texto y proclamarlo como propio; es mutilar el texto original, eliminar ex profeso aquellas partes que no van con mi perfil ideológico, y agregarle párrafos que simpatizan con mis creencias. Los invito a leer ambas notas, la original y la trucha, y a sacar sus propias conclusiones. Deplorable

Lo cierto es que sorprendido o no por estas editoriales, omitir hacer una mención a la fuente de la cual uno tome un texto, no solo es una flagrante violación al derecho de propiedad intelectual del autor y del medio, en este caso el Diario La Nación y el reconocido escritor Sergio Sinay, sinó que además es estafar, subestimar e insultar el intelecto del ocasional lector de La Verdad Funense, al cual se le vende una mentira, se le vende un editorial como propia cuando en realidad es una burda copia editada.

No sorprende, asusta. Por suerte, lo dicho al comienzo, no soy un asiduo lector.



Oxígeno / Diálogos del alma
Divorciados de la adultez

Por Sergio Sinay

Domingo 11 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa

Señor Sinay: sorprende la cantidad de personas de aproximadamente 40 años que se están separando/divorciando. Supuestamente se casaron "habiendo probado todo" a mediados de los años 90. Viven una vorágine de descontrol y desequilibrios de todo tipo. A muchos, sus ex parejas o hijos comunes y amigos y conocidos intentan por todos los medios hacerlos reflexionar acerca de sus excesos. No se trata de que vuelvan con sus ex, pero sí de que tomen conciencia de su descontrol emocional y físico, hecho de salidas nocturnas y de relaciones efímeras en las que por un rato les sube la "autoestima". ¿Qué recomendar a aquellos que los rodean, a quienes intentan darles una mano, mientras ellos parecen rememorar su adolescencia, pero con un físico y una psiquis de 40 años? ¿Hay algo que les muestre cómo se destrozan a sí mismos, a su segunda oportunidad de vivir y a quienes los rodean?
Daniela Musso


Circula profusamente por Internet un manifiesto anónimo titulado Renuncio a ser adulto . Recoge múltiples adhesiones y es un compendio de lugares comunes acerca de la niñez entendida como ausencia de responsabilidad, dependencia emocional, incapacidad para la toma de decisiones, falta de desarrollo mental y afectivo, y, en fin, una especie de perpetuo estado larval. La infancia real no merece ser deshonrada de ese modo por un adulto (el autor) varado en una nada en la cual ya no es el niño que creyó ser ni se permite desarrollar la madurez a la que su edad cronológica lo invita. La renuncia a la adultez, ciclo ineludible si se pretende vivir una vida que tenga sentido y que no sea sólo un conteo de tiempo, es una actitud dramáticamente extendida en nuestra sociedad. Cuando una masa crítica de adultos cronológicos se suma a esto, la sociedad entera sufre las consecuencias, que se manifiestan en los modos de hacer política (sin responsabilidad, en patota, buscando el beneficio propio e inmediato), de hacer negocios (igual a lo anterior, más el descuido del entorno físico y humano), de practicar deportes (sólo para ganar a cualquier precio), de usar los espacios públicos (otra vez, sin cuidar, sin respeto por el otro). Se revela en las formas infantiles (y trágicas) de conducir vehículos, en las adicciones múltiples (como niños que se descontrolan con golosinas a la larga tóxicas), en la impaciencia, en la negación de los límites, en la transgresión como actitud valorada, en el pensar en sí mismo y en nadie más, en la confusión de deseos con derechos, en el olvido de los deberes, en la insolvencia para desarrollar y sostener proyectos existenciales. Y, también, en la incapacidad de cimentar relaciones sólidas, de comprender que todo vínculo es un proceso de construcción y que sus materiales más ricos son las diferencias y el modo en que se aprende a complementarlas sin anularlas.

La renuncia a la adultez alienta fenómenos como el que cita nuestra amiga Daniela. Según lo dice, el problema no reside en la cantidad de divorcios. El síntoma no es la enfermedad. La cuestión radica en las conductas posteriores a la separación. Quienes vieron su matrimonio como una prisión, acaso nunca tuvieron lealtad (no confundir con fidelidad) al vínculo o a los proyectos comunes que pudieran haber existido. Una separación puede ser, en efecto, una segunda oportunidad, la posibilidad de encontrar caminos de sentido, plenitud para la propia existencia. Puede darse a través de un nuevo vínculo, en el que se experimenten formas de convivir y compartir y se descubran recursos afectivos antes relegados por diversas razones. O se puede elegir otros modos (incluso sin pareja) de explorar las dimensiones de la vida.

No siempre una separación es un fracaso. A veces el fracaso consiste en persistir en un vínculo desamorado, con escaso respeto y, más allá de los hijos (que no vienen al mundo a arreglar las parejas de sus padres), sin comunión, sin una meta trascendente que amalgame a los cónyuges. Pero cuando se cree que la separación devolverá mágicamente una adolescencia no vivida en su momento (o mal vivida), o que convertirá al separado en súbito objeto de deseo, o que lo liberará de la responsabilidad respecto de otros y de responder a las preguntas que la vida, tozudamente, le seguirá formulando, lo más probable es que pronto esa persona se vea en una nueva prisión: la de una vida sin rumbo. Aun comprendiendo la preocupación de Daniela, nadie puede darle rumbo a la vida de otro. Sobre todo si éste es mayor de edad. Y menos si ha renunciado al tesoro de la adultez. Sea en pareja o no.

sergiosinay@gmail.com



martes, 2 de febrero de 2010

¿Es de un progresista comprar dólares?


Marcos Aguinis
Para LA NACION

Desde el punto de vista legal no es delito comprar dólares, ni siquiera en la Argentina "progresista" de estos años. Tampoco es un delito adquirir tierras en el Sur que no valen casi nada y que poco después, en un abrir y cerrar de ojos, saltan a las nubes. Es asimismo impecable gozar de un enriquecimiento asombroso mientras se ejercen las más altas funciones de gobierno. También es fantástico machacar un discurso antiimperialista mientras se adquiere la moneda de ese imperio, lo cual al imperio le cae muy bien.

Absurdo, lo sabemos.

El absurdo, no obstante, ha sido jerarquizado por Tertuliano como un recurso para creer sin cuestionar. Aceptar tranquiliza. La mente humana tiene límites. Debemos reconocer que ciertos asuntos son indescifrables y entonces corresponde dedicarnos a otra cosa. Aunque sea por el momento. Pero Tertuliano se refería a temas religiosos, y el absurdo que nos lastima no es religioso, sino que invade la dolida cotidianidad de los argentinos. Para ser franco, no me parece justo creer sin cuestionar y hacernos los idiotas mientras se burlan de nosotros.

Porque aquí, me parece, no hay absurdo. No. Hay una flagrante contradicción entre lo que se hace y lo que se predica. Absurdo sería que Néstor Kirchner, esposo de la Presidenta, jefe del Partido Justicialista y autor de las principales decisiones gubernamentales, no estuviera informado sobre aspectos sensibles antes de que ellos sean puestos en conocimiento de la población. Ese señor tiene una ventaja indiscutible. Nadie tiene derecho a impugnar su ventaja, claro, porque está soldada a su posición. Pero él mismo puede ?y debe? someterla a un límite. Todos los seres humanos vivimos restringiéndonos. No existen condenas para muchos actos y muchos actos logran esquivar la condena. Pero la civilización se basa en una suerte de pacto mediante el cual ciertas cosas no se hacen.

Por ejemplo, comprar 2 millones de dólares en un momento de crisis e incertidumbre, aprovechándose de la información que se posee. Constituye un insulto a quienes se dice proteger y defender. Es una confesión de la minúscula confianza que el ex presidente tiene en nuestro país, nuestra moneda y nuestra propia administración. Es un decir a los gritos: "¡Me salvo yo! Y ustedes? ¡que tengan suerte!".

Además, se trata de una suma que ofende a la pobreza que "dicen" (sólo dicen) erradicar: ¡2 millones de dólares! No dos pesos, ni veinte, ni doscientos. ¿Iba a usar esa cifra para una mejor distribución del ingreso? ¿Para castigar al imperio americano? ¿Para fortificar nuestra nación? Claro, 2 millones no es mucho, dirán sus genuflexos. Ni siquiera para este matrimonio presidencial. Pero es una muestra de la convicción que ese matrimonio tiene sobre la escasa inteligencia de los argentinos. Claro que sí. Su fabuloso enriquecimiento no indigna a todos. Y quienes defienden a Néstor y Cristina, ni siquiera querrán tener en cuenta la historia de los 2 millones ni otras historias. Se conformarán con insistir en que actuaron dentro de la legalidad. Total, una mancha más al tigre no hace diferencia.

Por suerte para los K, la Justicia no será rigurosa y es probable que el asunto se olvide, como acostumbramos los argentinos a olvidar, envueltos en abrigadas racionalizaciones. Sin embargo, esto tiene un lado bueno, porque contribuirá a que la Presidenta siga en su sitio hasta finalizar su mandato constitucional en diciembre de 2011. Debe finalizar ahí, no antes, para el bien de nuestras instituciones tan erosionadas. Pero los sumisos de este matrimonio codicioso y falaz deben exigirle que tenga más cuidado. Que no siga realizando actividades destituyentes.

jueves, 21 de enero de 2010

La desmesura presidencial





Con sus teorías conspirativas, la Presidenta no advierte
que está debilitando a su gobierno y deteriorando la imagen del país

Editorial Diario La Nación

A las fantasías conspirativas, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha agregado en las últimas horas un preocupante culto por la desmesura.

En momentos en que líderes de países vecinos ganan predicamento por su moderación, en tanto que Chile nos regala verdaderos ejemplos de convivencia democrática, la jefa del Estado argentino sigue optando por el camino del enfrentamiento; de la descalificación de los adversarios, entre los cuales incluye no sólo a dirigentes políticos de la oposición, sino también a medios periodísticos y jueces, y del desconocimiento del Congreso.

El mayor ejemplo de la desmesura presidencial es la postergación de su viaje a la República Popular China bajo el pretexto de que el vicepresidente Julio Cobos no debe quedarse durante diez días al frente del Poder Ejecutivo Nacional en forma interina porque, según la primera mandataria, "no cumple el rol que le asigna la Constitución" y "obstruye y se opone a medidas que son resorte de la Presidencia".

El vicepresidente fue acusado por la jefa del Estado de pretender desestabilizar su gobierno, a tal punto que días atrás la Presidenta sostuvo que aquél quiere llegar a ocupar la Casa Rosada incluso antes de diciembre de 2011.

Conocidas por todos son las desavenencias entre el kirchnerismo y Julio Cobos, iniciadas tras el voto de éste, en su carácter de presidente del Senado, en contra del proyecto de ley que propiciaba el aumento de las retenciones a las exportaciones agrícolas, en julio de 2008.

Las citadas diferencias políticas no pueden ser confundidas con una conspiración y mucho menos con un intento de desestabilización. Mucho ha sufrido nuestra democracia para que, alegremente, desde la cima del poder político, se lancen irresponsablemente acusaciones tan graves sin el más mínimo sustento. Al propagar sus fantasías, la Presidenta no advierte que está debilitando a su gobierno y contribuyendo a deteriorar la imagen de la Argentina en el mundo. Está demostrando, además, su flagrante incapacidad para reencauzar una situación conflictiva en forma pacífica y civilizada, por medio del diálogo.

Los ataques al vicepresidente de la Nación, a medios de comunicación y a jueces que emiten fallos contrarios a los esperados por el Poder Ejecutivo no hacen más que dar cuenta de la intolerancia de un gobierno que sólo admite el sometimiento incondicional a sus dictados.

La Presidenta insistió, durante la conferencia de prensa realizada anteayer en la Casa Rosada, en explicar la crisis institucional desatada a partir del conflicto con el titular del Banco Central (BCRA) como la consecuencia de una conspiración, antes que como el resultado de sus graves equivocaciones.

Parte de esos errores, al menos, han tendido a ser parcialmente subsanados, llamando al Congreso a conformar la comisión bicameral que debería abocarse a analizar la situación del presidente del BCRA. Sin embargo, hubiera sido lo más apropiado que la titular del Poder Ejecutivo anulara el decreto de remoción de ese funcionario, hasta que el grupo de trabajo parlamentario evaluara el caso.

Del mismo modo, no se entiende la tozudez presidencial por no convocar a sesiones extraordinarias del Congreso, a fin de que se trate el decreto de necesidad y urgencia que propició la creación del polémico Fondo del Bicentenario, que le sustraerá reservas al BCRA para pagar compromisos con los acreedores del Estado nacional y así liberar partidas presupuestarias destinadas originalmente al pago de la deuda para aumentar los gastos corrientes.

La idea de cerrar el Congreso carece de fundamentos válidos, especialmente cuando desde los propios bloques oficialistas se oyen voces que claman por el respeto al Poder Legislativo y cuando se plantea una situación que prácticamente no tiene precedente: desde la reapertura democrática de 1983 hasta la fecha, sólo en dos oportunidades el Poder Ejecutivo no convocó a sesiones extraordinarias, las dos veces en que Cristina Kirchner estaba al frente de la administración del país.



viernes, 15 de enero de 2010

La señora del micrófono


Opinión
Carlos Reymundo Roberts
Diario LA NACION



Por un momento no miremos a la señora que habla. Es cierto, es la Presidenta, pero no hay mucha novedad en eso de verla frente a un micrófono con el verbo encendido. Pasan los años, pasan las crisis, pasan los escándalos, no pasa su estrepitosa caída en las encuestas, y ella sigue allí, hablando, explicándonos cómo funciona todo, dándonos su particular visión del mundo y de la vida: esa weltanschauung (dirían los alemanes) en la que la Argentina, la Argentina de los Kirchner, es un faro que ilumina el futuro, un faro cuya luz se vería más nítida si no fuera por la conspiración permanente de los planetas contra ese designio superior.

Por un momento no miremos a la señora. Ella carga las baterías en los desayunos matrimoniales de Olivos y las descarga frente al público.

Es cierto que es interesante verla y oírla. Se la ve feliz en ese trance de enfrentar sin papeles el silencio y la gente, y llenarlo y llenarla de palabras. Jueza delivery, efecto jazz, presidente okupa, dice, creativa y sagaz, la señora del micrófono. Es obvio que le encanta la tribuna, le encanta dar lecciones, su discurso es coherente, sus frases tienen fuerza aun sin gritarlas, es prolija, dice lo que quiere decir y hasta sus errores -sus muchos errores, conceptuales, políticos e históricos-, salvo los grotescos (comparar el retraso en la televisación de goles con la desaparición de personas), son dichos con donaire por esa mujer siempre fashion, siempre impecable, que se acomoda el jopo y mira en derredor, sonriente, seductora, como quien demuestra que el arte de la oratoria no tiene misterios.

* * *

Tratemos de apartarnos unos segundos de su palabra. Igual, el hilo argumental no cambia. Cosas en principio tan diferentes como la soja, la televisación del fútbol, el dinero de los jubilados, los medios y el default en realidad son, en su razonamiento, capítulos de la eterna lucha contra la derecha, contra los que se oponen al progreso, contra las fuerzas del mal. Esas fuerzas están allí, agazapadas, siempre alertas, a la espera de que una mínima distracción les permita, disfrazadas de yuyo, de goles, de juez norteamericano o de cronista de un diario, dar rienda suelta a su ánimo destituyente. Por suerte, nos dirá la señora, allí está ella, allí está él (El), allí está el curso de una historia que termina necesariamente bien.

Quitemos, pues, nuestros ojos de la oradora. Recorramos al público que la escucha. Anteayer fue gente de Lanús, convocada para la inauguración de obras en la cuenca del Riachuelo. El martes, de Campana, que había ido a que le hablaran de una planta potabilizadora. La semana pasada, de La Matanza. Lo primero que salta a la vista es que todas esas personas se sienten como sapos de otros pozos. Se nota en sus caras. Ellos van por una cuestión de su pago, de su vecindario, porque les falta el agua o porque sobran mugre y ratas, y de pronto son transportados a Wall Street, a los meandros tribunalicios, al despacho de un tal Griesa. Les hablan de default, de fondos buitre, del riesgo país (de riesgo y del país cualquiera de ellos podría hablar horas), de Harvard, y además les leen los diarios y se los comentan, como en una amable tertulia radiofónica.

O el discurso no estaba pensado para ellos, o ellos se equivocaron de ceremonia. Ante el espectáculo, cualquiera puede preguntarse hasta qué punto es lícito usar un auditorio al que le hacen escuchar cosas que no están dirigidas a él. La señora del micrófono no les está hablando a vecinos de Lanús, de Campana o de La Matanza: la señora los mira, pero no los ve. Ve y les habla al conspirador Cobos, a la jueza funcional al golpe, al neoliberal Martín Redrado, al buitre con toga de juez de Nueva York.

La gente, todas esas personas que atraviesan sus días en el conurbano inseguro, violento y miserable, miran a la oradora, la escuchan, pero rápidamente podrían sospechar que los quieren convertir en claque, en extras de un número que necesita de ellos y de sus aplausos (imagen y sonido) para darle a la palabra de la señora su merecido empaque.

* * *

Si llevamos la vista al resto de los que escuchan, es decir, a los funcionarios que van siguiendo a la Presidenta dondequiera que ella se encienda, también encontraremos sorpresas. Daniel Scioli. Ultimamente se nota que ya no puede disimular su fastidio. Seguramente ha escuchado a la Presidenta más de lo que la ha escuchado su propio marido. Acaso ya esté en condiciones, ante un súbito silencio de la oradora, de seguir él con el discurso. Con los problemas que tiene el gobernador en su distrito, con lo inquieto que es, cómo ha de sufrir el tener que cumplir con una asistencia perfecta. Para peor, la señora del micrófono habla mal, muy mal, de mucha gente con la que él se lleva (o se llevaría, si pudiera) muy bien.

José Pampuro. El transitado senador es otro al que no se lo ve a gusto. Tan conciliador en la intimidad, tan político de raza, tan poco propenso a los desbordes, también él deja ver, ante las andanadas de la señora, el lenguaje gestual de alguien que, si pudiera elegir, no estaría allí. Cabe preguntar, claro, si no puede elegir.

Amado Boudou. Mientras escucha, el joven ministro sonríe, aprueba, aplaude. No puede estar más de acuerdo con todo lo que se dice. Más que estar feliz, lo importante para él, tan cuestionado en estas horas, es estar. Sí, estar es el premio para el que ha sido ultraliberal y ya no lo es. Es el premio al que oye hablar mal del mercado justo cuando lo que se propone es que el país vuelva a los mercados.

Volvamos al público. El discurso ha terminado. Hay aplausos, hay saludos, hay gestos. Qué estarán pensando todas esas personas. Afuera se encontrarán con una realidad que no parece tan fulgurante. En la intimidad de sus casas, si encienden la televisión, las espera otra crisis, otro escándalo. Y, seguramente, otro florido discurso de la señora del micrófono.

lunes, 26 de octubre de 2009

Tan parecido a la Argentina... y tan distinto

Por Claudio A. Jacquelin
Diario La Nación

MONTEVIDEO.- Pocos pueblos se parecen tanto como el uruguayo y el argentino. Pero tanta similitud no hace más que resaltar las diferencias. Los comicios celebrados ayer no hicieron más que ratificarlo.

La credibilidad de las instituciones, el respeto a las normas y la vigencia y vitalidad de los partidos políticos son los puntos donde los contrastes entre ambos pueblos no pudieron resultar más evidentes.

El partido gobernante quedó a apenas dos puntos de obtener la mayoría que exige la Constitución uruguaya, mientras que el partido que quedó segundo se ubicaba a casi 20 puntos de distancia. Sin embargo, a los candidatos frenteamplistas no se les ocurrió proclamarse vencedores ni mucho menos exigir que la fórmula del Partido Nacional, que se ganó el derecho a disputar el ballottage, resignara y abandonara la lucha.

Si la diferencia con la Argentina aquí es elocuente a simple vista, lo es mucho más si se tiene en cuenta que el sistema electoral uruguayo es uno de los más exigentes del mundo: para ganar en primera vuelta, una fórmula debe obtener la mitad más uno de los votos del total del padrón y no sólo sobre el número total de los que fueron a votar, o de los votos válidos.

"Nos dirigimos casi a la victoria. Vamos a plantear un plebiscito entre dos visiones del país." Esa fue la frase más audaz que se escuchó en la conferencia de prensa que dio la fórmula del Frente Amplio tres horas después de cerrados los comicios y cuando todavía no había cifras oficiales suficientes para dar nada por cerrado. Quien la pronunció fue el candidato a vicepresidente Danilo Astori, el moderado compañero de binomio del ex jefe tupamaro José "Pepe" Mujica.

Pero poco antes el combativo ex guerrillero había optado por reclamar un "esfuerzo más" a sus militantes y, sobre todo, por exigir que en la campaña para la segunda vuelta se mantenga "la altura, sin gestos destemplados, como se pueden dar en otras sociedades". Un remate como para que ningún argentino dejara de sentirse aludido por el contraste en la comparación.

Ayer, en Uruguay votó un 90% de los habilitados para hacerlo. En las últimas elecciones presidenciales argentinas se superó escasamente el 70% de participación. Ayer aquí no se escucharon voces que denunciaran irregularidades o instalaran sospechas sobre la transparencia del acto electoral o de abusos de poder del gobierno, aunque el oficialismo quedara a las puertas de imponerse en primera vuelta y aunque la segunda fuerza obtuviera menos votos que en los anteriores comicios presidenciales.

¿Hace falta recordar el coro destemplado de votos que se hizo escuchar en las últimas elecciones presidenciales argentinas para exponer desprolijidades, quejas de votantes e infinitas denuncias de irregularidades por parte de la oposición y de ciudadanos defraudados, escépticos o ya estructuralmente descreídos de las instituciones y de los partidos políticos?

Pero hay otro dato no cuantificable, aunque no menos relevante, que marca diferencia y provoca envidia: la convivencia pacífica y respetuosa entre los candidatos (al margen de las inevitables chicanas verbales), y sobre todo entre los militantes, que pueden compartir una esquina clave o una plaza en el día previo a la elección no sólo sin agredirse sino dándole al encuentro un clima festivo.

No es esto último diferente de lo que ha ocurrido en otras elecciones en este país respecto de lo que sucede en la Argentina, pero la escena adquiere otra relevancia cuando se tienen en cuenta algunos detalles distintivos de estos comicios respecto de otros anteriores:

- Los principales contendientes de ayer representaban las alas más extremas de sus respectivas fuerzas políticas. Y no sólo eso: uno de ellos es un ex jefe guerrillero y el otro es el símbolo del neoliberalismo noventista.

- Y por si todo eso no fuera suficiente, hay que recordar que junto con las elecciones presidenciales y parlamentarias se realizaba un plebiscito sobre la ley de caducidad que impidió juzgar a los militares involucrados en la represión ilegal durante la dictadura que empezó en 1973 y concluyó en 1985.

Así, ni siquiera las cuentas del pasado por saldar desnaturalizaron la competencia democrática por el futuro del país. Tampoco crisparon los ánimos de la ciudadanía ni llevaron a los candidatos y dirigentes políticos a la descalificación personal. En Uruguay, la política sigue sin ser la guerra por otros medios. No es el paraíso, pero en el Río de la Plata todo eso no es poco.


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